viernes, 2 de octubre de 2020

LLUVIA

 

LLUVIA

 

Dicen que la lluvia es buena para las cosechas.

Que la clorofila se estremece cuando la toca

con sus largos dedos transparentes

y el verde suena como un piano dulce,

como una campana de granos venideros.

 

Dicen que la lluvia es romántica.

Que los amantes se besan

entre sus pliegues de celofán líquido

y sus lenguas se convierten en salmones maravillosos

que se remontan hasta el origen de las gargantas.

Y que el amor es eso:

besarse debajo de la lluvia.

 

Sin embargo, a mí no me gusta la lluvia.

Hay cosechas y amantes, sí.

Hay clorofila y saliva.

Pero hay, también,

una casilla precaria,

un colchón en la vereda,

una carpa de circo con agujeros desteñidos,

un perro flaco empapándose el hambre

en algún umbral de ojos cerrados.


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