sábado, 30 de septiembre de 2023

NO ES EL FINAL



 NO ES EL FINAL

 

Me niego a aceptar

que este sea el final de la historia.

Una cajita de madera

y su epílogo de cenizas.

El resumen del cuerpo.

 

Me niego a aceptar que en esa cajita

esté encerrado todo lo que te nombraba vivo:

la devoción por tus rosas,

tus fotos, tus papeles,

el corazón de Buenos Aires

latiendo en tu añoranza,

tus discos de vinilo y los tangos,

los terrones de azúcar endulzando

tus bolsillos pródigos,

tus palabras serenas,

tus silencios.

Todas esas cosas que están

al alcance de los sueños,

las que tocamos cuando tocamos tu nombre

y te exigimos presencia

una vez, mil veces.

 

Me niego a aceptar

que éste sea el final de tu historia.

Y te escribo, te sigo escribiendo,

porque hay otra vida más allá de la carne,

y esa vida impregna tus papeles y tus discos,

es una aguja de luz remendando

tus palabras y tus silencios.

Es lo que abrazamos y trasciende

una cajita de madera

y su epílogo de cenizas.

El resumen del cuerpo que es nada

cuando los  rosales florecen y ahí estás,

tío,

tan nuevo,

tan inextinguible

como la primavera.




Arte:  Holly Van Hart


miércoles, 27 de septiembre de 2023

PRIMAVERA


 PRIMAVERA


Llega la primavera y dicen
que todos la estaban esperando.

Yo también la esperaba,
descosiéndole las moscas a enero,
envuelta en las arpilleras de abril,
entrechocando los dientes en julio.
Llega la primavera
y dando vueltas en negro
un aquelarre de hormigas invoca
al dios de los brotes tiernos.
Yo también invoco a un pequeño dios
con mis sandalias de musgo y mi ombligo pagano.
Un dios secreto, mío,
al que le bailo y le bailo,
toda volados y rótulas perfumadas,
para que bendiga este calor  de luna,
esta casa vacía,
esta desazón de almanaques.
Porque tengo miedo de que la primavera se escurra
entre las arrugas del poema
y no me toque los ojos.
Que el cuerpo no responda
desandado ya de los ciclos rojos
y los fuegos fatuos del deseo
y se pierda
en un desgano de sábanas deshabitadas
y almohadones donde sueñan los gatos.

Bailo, bailo, bailo.
Espero ser la que era,
la madera que se descubre guitarra,
los giros optimistas de la cuerda
de una cajita de música,
el ramito de fresias,
y romper con una sonrisa,
con esa sonrisa que te gustaba tanto,
la vajilla que guardé para tiempos mejores.


lunes, 25 de septiembre de 2023

COMO LA LUNA NUEVA


 COMO LA LUNA NUEVA



Como la luna nueva

estabas y no.

Un nudo de gatos empapaba de sexo

el paladar oscuro de la noche.

Yo degustaba tu nombre,

me persignaba ante el Dios de los sudores,

me lavaba los ojos

con un emporio de agujas verticales.



Como la luna nueva

estabas y no.

Te prometías detrás de los silencios

como una rosa recién amanecida.

Te prometías:

un conjuro de almanaques y futuro,

un mohín empolvado

con brillos venideros.



Como la luna nueva

estabas y no.

Debajo de la enagua de la ausencia

tu luz

extendía sus piernas,

devoraba puntillas,

crucificaba con clavos de raso

la aguda humedad de mi deseo.






Arte: "New Moon Tishrei", Tamar

miércoles, 20 de septiembre de 2023

HERENCIA (SI LA MGM MUERE, ¿QUIÉN SE QUEDARÁ CON EL LEÓN?)



 HERENCIA (SI LA  MGM MUERE, ¿QUIÉN SE QUEDARÁ CON EL LEÓN?)



Vamos a despedazarte,
aún antes de darte por muerta.
Vamos a cortarte en trozos pequeñitos
como si fueras una hoja de papel
donde hace muchos años se escribió una historia
de zapatitos de charol, soquetes primorosos,
muñecas que daban un poco de miedo,
porcelanas frías que acunabas
cumpliendo el atávico mandato de ser madre,
madrecita.
Para eso eras mujer,
para eso ibas a sangrar por dentro y por fuera,
y te ibas a avergonzar,
y te ibas a doler en los filosos rumores
de todos los cristales rotos.
Una historia en la que flotaste como una nube de algodón de azúcar
hasta que esa sangre te inventó un cuerpo.



Él se va a quedar con tus ojos
(y con todos los puertos que se apostaron en ellos,
todos los golpes de agua,
y esos barcos que nunca fueron a ninguna parte
asilados para siempre
en la línea candorosa de tus pestañas).
Ella se va a quedar con tus manos
(y con todos sus trajines milagrosos,
dedos como lenguas dulces lavando
las cabezas diminutas de tus  recién paridos,
dedos multiplicándose como animales de luz).


Yo me voy a quedar con tus pequeños pies
de bailarina que no fue
(también con tu voz contándome
aquel cuento de las zapatillas rojas,
aunque fue hace tantos años que eso sucedió que ahora no sé
si me lo contaste con la voz o me lo contaste con los pies).



Los chicos se van a quedar con tu regazo,
al que treparon cientos de veces
cuando el miedo fue viejo de la bolsa,
fantasma Benito, bruja de acá a la vuelta,
lobo feroz, enfermera con jeringa en mano.


“Si la MGM  muere, ¿quién se quedará con el león?”
Es un cuento de Bradbury que leí ayer
y aunque no tiene nada que ver con esto que nos pasa
me hizo pensar tanto en nosotros.
En nosotros cuando estés muerta de verdad
y él quiera quedarse con tus sillas Luis XV
(pero yo también las quiera),
y ella quiera quedarse con tu precioso baiu
(pero él también lo quiera),
y yo quiera quedarme con tu vajilla de porcelana francesa,
(pero ella también la quiera)
y seamos nosotros los que nos despedacemos
y nos cortemos en trozos pequeñitos,
mientras los chicos,
(los que se quedaron con tu regazo y nada más),
husmean en tus cajones.




domingo, 17 de septiembre de 2023

EL GIGANTE CON PIES DE AZÚCAR

 EL GIGANTE CON PIES DE AZÚCAR



Aquel día

yo estaba jugando en la vereda de la Karina Bardón,

la nena que vivía al lado.

Un auto desconocido estacionó

en el frente de mi casa

y al ratito, nomás, mamá salió

y se subió, llorando, al auto misterioso.

Había muerto el abuelo.

El abuelito Luis.

El gigante con pies de azúcar

había sido derribado en su quinta,

entre los tomates, las radichetas

y las plantitas de orégano

que perfumaban cada día de la infancia.

El gigante con pies de azúcar se había ido

con los cuentos a otra parte.

 

Yo tenía cuatro años,

pero lo recuerdo nítidamente.

Y lo que más nítidamente recuerdo

es su alegría.

En una familia de melancólicos

el abuelo desentonaba.

Y ese contento de violín desafinado,

esa desvergüenza de soltar la risa,

era lo que más amaba en él.

El abuelo no se daba por vencido.

No cedía ante la paleta monocromática

con la que la abuela

insistía en pintar la vida.

Todo un héroe poniéndole color

con sus tomates y sus aires de acordeón,

a la suma, siempre errada,

de sus recíprocos días en blanco y negro.

 

El abuelito Luis contaba cuentos.

Recitaba poemas camperos,

no exentos de picardía.

Le gustaba Ramona Galarza

y, todavía, cuando la escucho,

algo del Paraná me moja los ojos.

Cientos de veces me pregunté

cómo terminó un gigante con pies de azúcar

y corazón de chamamé

casado con una asturiana adusta

que jamás le regaló un paso de baile.

Cientos de veces se me escapó la respuesta

como una panambí morotí de vuelo ondulante.

 

Solamente cuatro años

tuve a un abuelo que me alzaba

y me regalaba al aire,

como si fuera un barrilete.

Sin embargo, puedo cantar “La vestido celeste”

o “AhMi Corrientes Porá

de punta a punta.

Y recitar ese cuentito que empieza

Vamos al baile, dijo el fraile”

sin equivocarme una sola vez.

Esa es la herencia que me dejó mi abuelo.

 

Ojalá hubiera vivido muchos años más

para enseñarme

su sencilla manera de ser feliz. 




Arte: Vickie Wade