lunes, 31 de octubre de 2022

BRUJAS


BRUJAS



Frotándonos como piedras

para hacer el fuego

alumbramos la noche.

Somos el verano reventando en las uvas,

la ascensión al cielo del vino.

Somos árboles desnudos

que no se avergüenzan de sus ramas.

Danzamos

y la luna nos da de comer sus gritos,

sus sobresaltos de lechuzas.

Danzamos

y somos lobas hermanas de bosque,

eslabones de una única cadena,

pétalos de la misma flor de miel y lana.

El miedo es un depredador que no nos toca.



Rodamos hacia el beso de la hoguera

con los dientes abiertos.





viernes, 28 de octubre de 2022

LO QUE OLVIDÉ DE MÍ


 LO QUE OLVIDÉ DE MÍ




lo que olvidé de mí son los insectos

las abejas con las patas cargadas de polen

130 millones de primaveras

estallando en mi útero

130 millones de enjambres

iluminándome la boca

las margaritas desperezándose

debajo de sus cofias blancas

el viento desabrochando la desnudez

los botones de oro



lo que olvidé de mí son las manos

los ojos el ombligo

la cintura ondulando con la sabiduría

de un caracol nocturno

la sangre en puntas de pie asomándose

al cántaro azul de la memoria

así era mi voz recién nacida

mi cuerpo era esta tacita de porcelana

donde el amor tomaba el té

y los pájaros desovaban terrones de azúcar



lo que olvidé de mí es lo que olvidé de todas

las canciones que cantábamos en el bosque

el susurro de las hierbas aromáticas despintando

el trazo grueso del lobo

el agua el pan la risa

el soltarse el pelo como un pecado dulce

la magia

la magia

el ovillo que somos para entretejernos

verdes flores vivas







martes, 25 de octubre de 2022

LA MOSCA BLANCA


 LA MOSCA BLANCA


"Sucede a veces... Los amigos entran y salen de nuestras vidas como camareros en un restaurante... Aunque sé que no volveré a verlos, sé que los echaré de menos. Y que nunca volveré a tener amigos como los que tuve a los doce años… Dios, ¿alguien los tiene?”
Stephen King, "The body" 


Hay un verano.
Un verano entre todos los veranos.
Un verano que es una puerta abierta
pero es, también,
una puerta que se cierra.
El último verano de la infancia.

No es fácil identificarlo a los veinte.
Pero a los cincuenta se convierte
en la mosca blanca de todos los veranos.
Y deja de ser uno más
para transformarse en una bisagra.
Deja de ser un verano de carnaval y risas
para mutar en el último verano de Tally,
y las olas se ponen tristes sin razón,
y el viento se pone triste sin razón.
Y los chiringuitos de la playa
le susurran un adiós definitivo
en sus oídos de caracol y arena.
Y el otoño le muerde los talones
como un perro al que nadie acarició nunca.

El último verano de la infancia es un árbol
obediente al almanaque.
Los amigos de los doce años
son hojas que se van desprendiendo de sus ramas
naturalmente,
sin estridencias,
sin grandes dolores.
Hojas que se pierden en ese viento triste
que parece una puerta abierta
pero no es.
Es una puerta que se cierra
y deja fuera de nuestras vidas
a esas réplicas mejoradas de nosotros mismos,
las que cazaban renacuajos,
y  fumaban a escondidas
(y tosían una melodía de desobediencia y fanfarronada).
Las que jugaban a la botellita
y se encendían
con un beso ingenuo
en la comisura de unos labios apretados.

La mosca blanca de todos los veranos.
El verano de gana la banca.
Perdiste,
estás perdiendo y no lo sabés,
es tu último verano antes llevarte el cuerpo a la boca
y masticarlo
con la voracidad desesperada del deseo,
el último verano antes de sentirte inapropiada,
descolocada,
muy gorda o muy flaca,
muy alta o muy baja,
muy triste o demasiado empastillada como para reconocer
que lo que te duele no es la espalda.
Lo que te duele es no saber hasta dónde arrastró el viento
a los amigos de los doce años,
hechos de otoño y nervaduras,
de cigarrillos baratos y renacuajos.
Lo que te duele es no saber
cuándo comenzó el otoño.
Cómo no te diste cuenta.



sábado, 22 de octubre de 2022

LA CHICA IT


 LA CHICA IT



Había una vez una niñita sucia y escuálida

con la que nadie quería jugar.

Una niñita convertida en una calle de huesos y hollín

que el dolor recorría una y otra vez,

pisando fuerte.

Una niñita hambrienta,

golpeada, violada,

haciendo equilibrio en la cuerda del miedo.

Podría haber caído al vacío

pero cayó en Hollywood

y por unos años se creyó, como tantas,

el cuento de Cenicienta.



Había una vez una piba de barrio

de acento tosco y mohines celestiales

que se convirtió en estrella

y recibía 45.000 cartas de amor por día,

45.000 jadeos, 45.000 promesas de eternidad.

Con su corte de pelo bob,

sus vestidos cortos,

su boquita pintada en forma de corazón,

se instaló en el imaginario popular como la chica it

y se prohibió el té caliente y las aspirinas

para no curarse jamás

de la gripe feliz del éxito.



Había una vez una pelirroja con una Packard rojo,

un gran danés rojo,

un koala rojo,

que se paseaba por Sunset Boulevard,

pisando fuerte

y amaba a los hombres que querían jugar con ella

y no se reían de sus piernas flacas,

su madre esquizofrénica,

su padre ausente sin aviso.



Había una vez una mujer llamada Clara

que pagó caros su libertad y su acento de Brooklyn.

La acusaron de tener sexo en público,

de participar en algún ménage à trois picante

con putas mexicanas,

de retozar con un equipo completo de fútbol,

con su gran danés,

con su koala.

De recordarle a la crème de la crème de la industria

que ellos también venían del barrio,

del barro.



Clara Bow,

la chica it,

fue una de esas mujeres  

que algunos creen fáciles de etiquetar:

bruja o loca.

Hoguera o electroshock,

usted no elige.




Arte: "Clara Bow", John Springfield

De "Enaguas de encaje rotas", Editorial Ruinas Circulares (2019)