sábado, 4 de marzo de 2023

QUIRÓFANO

QUIRÓFANO

 

Hace más de dos horas que mi madre está en el quirófano.
En la diminuta sala de espera,
atestada de gente y verano,
tiemblo al imaginar el ruido de su esternón quebrándose
como una ramita seca,
su corazón detenido en el cielo del pecho
como una nube roja huérfana de viento,
tubos, filos,
guantes de látex,
luces que la harían llorar si el anestesista
no hubiera embotellado su conciencia
y la hubiese arrojado
a un oscuro océano de propofol y ketamina.

 

Hace más de dos horas que mi madre está en el quirófano.
Tres, creo.
Cuando el cirujano abre la puerta de la sala de operaciones
pienso en los ojos de mamá
y pienso que él se ve extrañamente sexy
con su ambo verde,
casi un personaje de "Grey's Anatomy".
Es una idea ridícula e inadecuada
que se abre paso en mi cerebro
entre la esperanza y el miedo.
"Todo salió bien", dice,
con su sonrisa de American Broadcasting Company.
El alivio cae sobre mi cara,
una fina lluvia de verano
que me besa en la boca.

 

Quiero ver a mi madre (no puedo).
Quiero tomarla de la mano (no puedo).
Quiero decirle que en su corazón
(esa casa vieja a la que apenas
le cambiaron una puerta)
otra vez estamos sus cinco hijos
(los cuatro que balbuceamos
y volvimos a dar los primeros pasos
en la salita de espera
y el que se fue hace ya tanto)
enderezando cuadros,
sacudiendo alfombras,
acomodando muebles.
Reemplazando las flores mustias de los jarrones.
Reinaugurando.

  

 
 
Del poemario "El corazón de mi madre", Apócrifa Editorial (2022) 

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