GLENN CLOSE / MARQUESA DE MERTEUIL
Me quito el maquillaje de la cara
y me siento como Glenn Close
metida en la piel de la Marquesa de Merteuil
en la escena final
de "Relaciones peligrosas".
Nunca fui tan
mala, es cierto.
No me dió el piné.
Más bien fui la
chica te ayudo, te escucho, te presto.
Sin embargo, me
siento como Glenn Close
(como la Marquesa de
Merteuil):
como si el mundo
hubiese descubierto que soy un fraude,
que cada palabra que escribí era una mentira,
el revés de otra,
un nudo escondido con torpeza
en el lado defectuoso del tapiz del poema.
Fallas, imperfecciones,
tonterías de ama
de casa que intentó poetizar
simplemente porque
no sabe descorchar botellas.
Me paso la toallita demaquilladora por la cara
y soy Glenn Close
(la Marquesa de Merteuil),
el mundo entero me abuchea,
y hay algo en mis ojos que asustaría al mismísimo demonio
(si existiera, si
no fuera un tumor que llevamos dentro,
una masa anómala
que crece
con cada velita de
cumpleaños soplada).
Me paso la toallita demaquilladora por la cara
y me borro hasta
la sonrisa.
Soy Glenn Close
(la Marquesa de Merteuil).
No tengo motivos
para sonreírle a nadie.
Ni siquiera a mí misma.
Glenn Close, fotograma de la película "Dangerous Liaisons" ("Relaciones peligrosas"), Stephen Frears (1989)
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