PERDIDA
En algún lugar perdí esa
canción.
En algún lugar perdí
tu lomo blanco arqueado sobre
mi deseo,
tu piel escalando mi
urgencia.
En algún lugar perdí
lo que me hacía desnudarme
como si fuera un sacramento,
con el corazón vacío de todo
peso
puesto, sin reservas,
en el altar de tu boca.
¿Cuántas veces en mi vida
hice el amor?
Cien, quinientas, mil.
Sin embargo
esa noche fue distinta a
todas las otras.
Quizás porque la tormenta
arreciaba
y podíamos gritar
sin que un oído indiscreto
distinguiera
un aullido de hambre
del prefacio de un relámpago.
Quizás porque se terminaba un
año,
y habíamos brindado,
y habíamos roto las copas
riéndonos,
y nos habíamos prometido el
cuerpo.
“Con estos cristales
rotos desposo
tu pelo irreverente,
tu cintura, tus hombros de gitana.
Con estos
cristales rotos desposo
tus pies de madrugada, tu ombligo, tus ojos siempre niños”.
En algún lugar perdí esa
canción.
Y perdí la noche
en la que la canción se
trenzaba con la lluvia,
y nuestros gritos eran
relámpagos.
Y los platos sucios podían
esperar
hasta que el sol le pintara
la cara al mediodía
porque seguía la fiesta.
Durante mucho tiempo creí
que la canción era "More than words".
Pero no. No.
La canción era yo.
La tormenta era yo.
Yo era la medida del deseo.
En algún lugar me perdí.
Estoy perdida, amor.
Estoy perdida.
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