jueves, 3 de diciembre de 2020

CLARO QUE ESTOY MEJOR



 CLARO QUE ESTOY MEJOR


Te veo mejor”, dijo el psiquiatra

Claro que estoy mejor.

Por lo menos no lloro todo el día.

Aunque quisiera volverme diminuta como Alicia,

y estar a punto de ahogarme

en mis propias lágrimas,

para divisar un frasquito donde refugiarme,

y cruzar, por el ojo de cualquier cerradura,

 a un mundo que no sea éste.

 

Claro que estoy mejor.

Ya no me levanto a planchar a las  3 AM.

Ni imagino complots en mi contra

elucubrados por Barbazul,

las malvadas hermanastras de Cenicienta

y el pajecillo de la corte que no sabe muy bien

dónde está parado

(y al que tampoco le importa demasiado).

Ya no vocifero contra el tipo que vive conmigo,

ni rompo pasaportes, ni revoleo alianzas,

haciendo gala de mi consabido dramatismo hollywoodense.

Una alianza que no era mía, claro,

y sólo estaba en mi poder porque pretendía

hacer desaparecer un orzuelo a la vieja usanza,

como me enseñó Doña María, la curandera del barrio.

Una alianza que era de él,

de su casamiento con la otra,

la que estuvo antes que yo,

Lynda Carter, creo, una maravillita.

"Por lo menos hubieras vendido esa mierda

y nos íbamos a cenar al Vasco Francés

con champagne bueno, con champagne de verdad."

Siempre quise revolear una alianza,

y mi perpetuo concubinato

se llevaba de los pelos con este ridículo anhelo.

Parecía más difícil

que sacarse un guante a lo Rita Hayworth.

Pero, a veces, la vida me da ciertos gustos.

Yo hubiese vendido la alianza.

Por ahí hasta es más cara

que una cena en el Vasco Francés,

con buen champagne y todo.

No sé, nunca fui rápida para los números.

Pero, de ser así, me hubiera patinado la plata

en cualquier otra cosa.

Nunca tuve problemas

para encontrar en qué gastar.

  

Claro que estoy mejor.

Lo único que hago durante el día

es fumar, escribir pavadas

y mirar Investigación Discovery

(estoy tan entrenada para borrar las huellas del delito

que el día que mate a alguien

no me agarra ni la Scotland Yard).

Lo único que hago durante el día

es esperar que llegue la noche

para tomarme las pastillitas del milagro

y dormir sin sueños.

Ni buenos, ni malos.

 

Claro que estoy mejor.

Esta pátina de tristeza infinita que me recubre

será la nueva normalidad

a la que tendré que acomodarme.

Como siempre me acomodé a todo

para no joder a los demás,

mientras los demás me jodían con una sonrisa.

Estoy mejor, mucho mejor.

Ya no lloro todo el día como una Magdalena hereje.

 

Y, además, me estoy quedando dormida.

 

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