DANIELITO CUMPLE UN AÑO
Danielito cumple un año.
Está aprendiendo a caminar
y las
hermanitas lo llevan de la mano,
de acá
para allá.
Y le
arreglan la ropa
desaliñada
por el juego.
Lo cuidan.
Como
si fuera uno de los bebotes
que la Navidad dejó
al
pie del pino del jardín de la abuela
dos
noches atrás.
Mamá recoge las margaritas
de su
vestido tableado,
ese que le queda tan bien,
y
hace un ramo de luz
con
sus tres hijos y las flores.
Danielito asoma su cabecita perfecta
entre pétalos blancos y botones amarillos.
y balbucea sus primeras palabras.
“Un bebote que camina y habla”,
piensan
las hermanitas.
Y
sienten que son la envidia
de las nenas del barrio
que
tienen que conformarse
con arropar muñecas de plástico.
Un año. Danielito cumple
un año.
El
jardín es una fiesta improvisada
y el regalo es el sol.
El regalo es la tríada reluciente
que
le dice que sí al verano,
que salta desde el ramo de margaritas
al regazo de mamá
y da vueltas en su vestido calesita,
estirando los brazos para alcanzar
la sortija del beso.
El vestido tableado.
Ese
que mamá se pone
para
su mejor sonrisa.
Porque
todo esto pasa
mucho
antes que la muerte,
y el
tío saca las fotos,
y papá
está por llegar.
Todo esto es una película nueva
que
todavía exuda nitidez.
Una
película que el recuerdo exhibirá
una y
mil veces, hasta gastarla, casi,
y
revoloteará en el huerto de la memoria
como una mariposa perfecta.
26 de
diciembre de 1971.
Uno de esos días en los que Dios
te
sirve las perdices.
Un pedacito de vida que valió la pena vivir
Quizás
con eso deberíamos quedarnos.
Con
esos cumpleaños de risas y tortas caseras.
de velitas sopladas dos o tres veces,
porque
una no alcanzaba,
y
abejas pinchadas en las flores
con alfileres de polen.
Pinchadas a favor de su voluntad,
sin que les duela.
Y tachar del almanaque
todos
esos otros días anodinos
en los que no festejamos nada.
Los días de jarabe para la tos
y demasiados deberes en la escuela.
Los días de adioses húmedos
Danielito cumple un año.
El todavía cree
que
su techo son mamá y papá.
Es
demasiado chiquito
como
para comprender
que su techo es el cielo.
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