jueves, 27 de junio de 2019

MIS GATAS




MIS GATAS

"cuando me siento
mal
me basta con
mirar a mis gatos
y mi
valentía
regresa.
estudio a estas
criaturas.
son mis
maestros."
Charles Bukowski


Mis gatas me enseñaron
a desapegarme de los objetos.
Una noche llegué a mi casa
y la preciosa tetera celeste con paragüitas
que había guardado con celo por más de treinta años
y me ataba a una antigua historia de amor,
estaba hecha pedazos.
Lloré sobre el desastre
(sobre la tetera rota,
sobre la antigua historia de amor,
sobre el nudo de porcelana que se desataba
y dejaba ir, por fin,
a ese chico de veinte
que todavía se me aparecía en sueños)
mientras Choupette me miraba, inquisidora,
con sus regios ojos verdes.
Pero después de algunos maullidos
y un lomo tibio reclamando mi mano
comprendí que la tetera no era tan importante.
Tampoco eran tan importantes
la colección de lechucitas de cerámica,
la maceta con la cara de Frida Kahlo
que pintó mi sobrina,
los souvenirs de viajes soñados que otros hicieron por mí,
los imanes que decoraban la heladera, las tazas,
las botitas de gamuza.

Mis gatas,
esas despreocupadas maestras zen
que no se aferran a nada
y duermen su justo sueño de azúcar y ratones
sin culpas y sin cruces,
esas maestras a las que la muerte
las tiene tan sin cuidado,
me enseñaron
a desapegarme de los objetos.
Ellas son plácidas bolitas
de pelo y sabiduría.
Por eso me paso horas observándolas
y tomo nota:
todavía tengo que aprender
a dormir sin culpa,
a vivir sin cruces,
a morir sin miedo.




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