EL AMOR ES ALGO QUE SUCEDE EN EL PASADO
El amor
es algo que sucede en el pasado, digo,
mientras
miro viejas fotos
y trato
de reconocerme en los gestos de esa chica tan delgada,
en la
curva de su sonrisa
suave
como
una medialuna de manteca,
en sus
ojos sin culpa.
El amor
es algo que sucedió mil años antes
de que
la piba de al lado tocara el timbre
para
dejarme la revistita de Avon,
mil
años antes de que se rompiera el lavarropas,
mil
años antes de que nuestro hijo condenara,
con su implacable
lógica millenial,
el
eurocentrismo de mis programas de TV favoritos.
Antes
de que los gatos tomaran el control de la casa,
vandalizaran
los sillones
y se
zamparan a todos los pájaros que aleteaban en mis poemas
(mientras
yo protestaba, claro,
porque
tengo derecho a tener unos sillones decentes,
y tengo
derecho a la cursilería,
y a los
lugares comunes,
y tengo
derecho al amor,
eso que
sucedió en el pasado
pero
todavía sucede
en las
viejas fotos,
en las
canciones de los ‘80s,
en las
comedias románticas de Meg Ryan y Tom Hanks
y en
mis programas de TV eurocentristas,
Brenda, Dylan, Brandon, Kelly,
todos
tan blanquitos como las medialunas de manteca
antes
del primer golpe de horno).
El amor
es algo que sucede en el pasado, digo,
como la
lluvia de Borges,
y
pienso en tu risa
al ver mis zapatitos de cartón deshechos
por los
dedos feroces de la tormenta que me sorprendió aquella tarde,
cuando
todavía no me había revelado contra mi psicoanalista ultra católica,
la que
confundía el diván con el confesionario
y me
retaba más que el padre Osvaldo.
Y
pienso en la noche
en la que me alzaste para llevarme seca y salva
hasta
la puerta de mi casa,
y quizás
el amor era eso,
agua de
lluvia aquí y allá,
y tus
brazos.
Y me pregunto por qué,
si el amor y la lluvia suceden en el pasado,
si el amor y la lluvia suceden en el pasado,
estoy empapada hace mil horas
-como
una perra,
como
una perra triste que extraña
la
cursilería y los lugares comunes-
esperando,
esperándote.
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