LA ROSA AZUL
Anoche me dormí leyendo a Yeats.
Corrí nuevamente el riesgo
de soñar con el País de las Hadas,
pero no:
soñé con una calle estéril,
y un hotelito de mala muerte
al que yo apedreaba
con mi sexo descontento,
y con una florista que ofrecía sin culpa
unas siniestras rosas azul-celestes.
Tomé una de esas rosas en mis manos
y le arranqué su lengua perfumada,
sólo porque su farfulleo
hacía eco en mi cabeza saturada de viento.
Después la acuné entre mis brazos:
comprendí que era
un error deliberado de la naturaleza,
igual que las mothwomen
que nunca supimos cómo ser mariposas
y nos estrellamos
contra los focos rojos de los hotelitos baratos
donde el amor nunca es más
que una mediocre puesta en escena.
Antes de despertar,
miré con ternura a tu fantasma
(no hay fantasma más terrible
que el de un hombre
que aún camina en la tierra de los vivos)
y le dije susurrando:
"Pisa con suavidad porque estás pisando mis sueños".
Arte: Scott Rohlfs
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