CREDO
Creo en el vino barato
de los borrachos pobres
y en su rojo sino de locura;
en los chiquilines adictos
y en sus neuronas ateridas de vacío;
en el hambre y en la sed de la pobreza;
en la basura convertida en alimento
y en la turbia obscenidad
de la intemperie,
en las camas de cartón
de los umbrales
y en las frías estrellas del invierno.
Creo en los hombres
y en las mujeres grises;
en las putas amigas de la aurora
y en sus ritos de ojeras y de hastío;
en las dulces muchachas
agrietadas por la vida;
en la soledad insolente de los viejos
y en sus ojos empañados de silencio;
en la legión innumerable
de los ángeles caídos
síntesis de paraíso celestial
y averno humano.
Creo en los perros vagabundos
y en su cuero domesticado por las pulgas;
en los filosos caballos harapientos
uncidos a los carros miserables;
en las calles dormidas del suburbio
y en sus escuálidas luces mortecinas;
en el oprobioso barro de las villas
y en sus habitantes exiliados del destino.
Creo en los campos devastados,
en las claras aguas denigradas,
en los montes y en las selvas destruidas,
en las ancianas montañas horadadas,
en la tierra extenuada y sometida
y en el cielo herrumbrado de tristeza.
Creo en la vida numerosa y frágil.
Daniel Tomás Quintana
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