Pronuncio espejos.
Pronuncio el escándalo del cableado telefónico
(el hilo de pájaros ligeros
que me acercó
tu voz a la garganta).
Pronuncio las cuatro patas saladas del océano
(el animal azul
que me lamió el verano y olfateó
la desnudez que fui
cuando fui vela,
y me incrusté
en los babores de tu viento).
Pronuncio intemperie.
Pronuncio la rubia dignidad
de esta copa de vino vacía,
el humo tribal del cigarrillo
que me acorta los días,
y el llanto de todo lo que va a morir
(los frascos de perfume vacíos,
las excusas cansadas de los cónyuges rotos
y esa película de Von Trier
tan parecida a mí como la náusea).
Amaste a la que pude ser,
pero fui otra.
Pronuncio tijeras.
Pronuncio el futuro de las amapolas
(pequeñas bocas de jalea
saboteando
la lentitud de los jardines).
Las tijeras y las amapolas se parecen:
desordenan.
Las tijeras, las amapolas y yo nos parecemos.
Desordenarte,
amor,
me costó la ausencia.
Arte: Nikolay Reznichenco
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