EL LARGO SUEÑO
Toda la noche estuve
bailando con tu sombra.
Mi poema respiraba,
en tu almohada,
solo,
y yo caía de hinojos,
fulminada
por la presencia feroz
de tu semilla armada.
Toda la noche estuve
usando tus cubiertos,
bebiendo de tu vaso,
saciándome
en la angostura del sueño.
Había pájaros arriba,
arañando el cielorraso
con sus trinos multitudinarios
y naranjas fragantes
rodando
al pie de una cama profunda.
Yo era una leona blanca
y tus manos
trajinaban mi piel.
Un idioma de olas
empapaba
la madeja de las lenguas atentas:
íbamos y veníamos
subyugados
por la fuerza gravitacional del beso.
Toda la noche estuve
enumerando temblores.
Ninguno de los dos lloró,
¡y estuvimos tan cerca de los cuchillos!
Amaneció y vino la Muerte.
Una pequeña Muerte,
con su mujer a cuestas.
La mujer que se prepara un café anémico
y llama a una amiga por teléfono
sólo para decirle:
“¿Te acordás de ese tipo,
el de los ojos verdes…?”
Arte: Lorenzo Mattotti
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