miércoles, 31 de enero de 2024

ENVIDIA





ENVIDIA


Si te dijera que envidio tu dolor

no me creerías.

Me mirarías como si estuviese loca.

Como si mi cordura,

esa  fina soga de palabras sacadas del peor libo de autoayuda

donde cada noche cuelgo a secar pájaros,

por fin hubiera perdido la batalla.



(Te envidio porque mis pájaros están empapados

con la saliva de los besos que no di y que no me dieron,

con las lágrimas que no lloré abrazada a la almohada,

con el perfume que no me puse para correr a los brazos de quién.



Te envidio  porque los poemas que una escribe

cuando no está enamorada no le gustan a las chicas como vos,

ni a las señoras que remojan su rutina en pasiones turcas

más baratas que la de Antonio Gala,

ni a mi mamá,

ni a los jurados de los concursos de poesía,

por lo menos a los de la SADE).



Si te dijera que envidio tu dolor,

no me creerías.

Incluso me odiarías un poco.

Vos sufriendo y yo

jactándome de que mi corazón

cruzó una línea de la que no se vuelve.

Una línea de hojas  arrugadas en mi jardín,

de mariposas desabrochadas del vuelo en el porche de la casita

donde juego a ser la tatarabuela de Barbie,

de cucharas y cucharones muertos

en el orden aterrador de mi cocina.

Así que no te lo voy a decir.

Ni ahora ni nunca.



Para que no sepas que después viene lo peor,

vienen los años con su estúpido bullying,

y todo se convierte en el Armagedón de los sentidos,

en  un agujero negro que se traga la fosforescencia del sexo,

en un kilo de milanesas de peceto cortadas finitas.

En la desazón de no tener nada para hacer

un viernes a la noche.

Ni siquiera llorar abrazada a la almohada.



Ni siquiera llorar.





domingo, 28 de enero de 2024

DÉJÀ VU


 DÉJÀ VU 




Ya estuve antes en este lugar.

Ya vi antes

estas caras y estas máscaras

y sangré hasta quedarme muda,

coagulada en el silencio.

Ya recorrí estas calles superfluas,

estos pies sigilosos,

estas manos

que se traducen en puertas siempre cerradas.

Ya besé tu memoria

y constaté el pulso deslucido

de un amor moribundo. 



Ya estuve antes en este lugar,

y cargué mis bolsillos con piedras,

y me interné en un río custodiado

por mi séquito de sombras

(me encanta coquetear con los finales;

voy a seguir amenazando con suicidarme

hasta que me muera de vieja).

Ya le saqué punta al olvido

y redacté mi voluntad postrera

(lo siento, amor, estoy enloqueciendo,

tengo que devorarte).

Ya prescindí de los signos de puntuación

y descubrí que me eran imprescindibles,

una falsa ilusión de ordenamiento

dentro del caos de mis palabras.

Punto y coma, punto y coma, punto y coma,

el que no se escondió se embroma

(me embromo yo,

que nunca supe esconderme:

siempre mostré mis llagas,

siempre mostré mis dientes). 



Ya blasfemé, ya deslucí,

ya profané.

Ya conté los nudos y las fallas

en el reverso del Paraíso.

Ya disolví en un vaso de agua rancia

la costumbre de ser feliz. 



Ya estuve antes en este lugar.

No quería regresar.

El Infierno es esto:

despertarme y volver a vivir el mismo día,

cada día.







viernes, 26 de enero de 2024

DESANIDADO


DESANIDADO

 

“No hay tiempo de sentir el desconsuelo;
sigue la vida, urgente y transitoria.”
Antonio Gala
 

Te vas.

Y yo trato de escribir un poema que hable de vos

y de mí,

de todo lo que fuimos juntos

y de todo lo que somos

a pesar de que te vas,

pájaro desanidado,

milagro de plumas dóciles que mutó

hasta convertirse en esto que sos:

un hijo que suelta las amarras

y se va

mientras la madre puerto

arroja sus ojos al ritual de la espuma.


¿Cómo escribir un poema que hable de vos

sin tocar el asombro

de saberte entero en mí,

pececito nadando en aguas dulces,

atado al eco en ciernes de la sangre?

¿Cómo escribir un poema que hable de mí

sin tocar mi placenta transparente,

la cicatriz de la leche en mi cuerpo,

mi voluntad de deshacerme en pan?

 

Cuando llegaste

eternicé tu ombligo

en el misterio del recuerdo amniótico.

Crecí como una casa

para arroparte en mis habitaciones.

El tiempo, después, hizo lo suyo.

 

Hoy te vas.

Con el corazón  asomado a la vida

te vas.

Y yo equilibro el llanto y la ternura

para celebrar

tu vuelo definitivo.


 



Arte: "Goodbye I left" Giovanni Rios Castro  

miércoles, 24 de enero de 2024

BEATLES FOR SALE


 BEATLES FOR SALE

A Adriana
 From me to you

El recuerdo es una araña incansable
que teje postigos de luz
y los multiplica.
En ese entramado radiante,
estamos vos y yo
abriendo puertas.
La puerta que elegimos hoy
da al verano en tu casa.
Da a “Beatles for sale”  y a la inocencia intacta
calzándose las azucenas de carnaval de tu mamá
como si fueran zapatitos de cristal rosado
(tu mamá, que me toca el pelo,
da vueltas de calesita en mis rulos
con sus dedos de fiesta,
mientras tu melena lacia llueve claridad
en la vieja pileta del patio).

Cuando tenés catorce años
el verano
es un animal manso que come de tu mano.
Ni siquiera se te ocurre pensar
que ese animal puede morderte.
Ni siquiera se te ocurre imaginar
que ese animal va a envejecer, como vos,
y que el almanaque va a dolerle de nostalgia.

Cuando tenés catorce años suena “Beatles for sale”
y no se te ocurre detener el tarareo para decir “Soy feliz”.
Porque no sabés que sos feliz.
Porque recién lo vas a saber treinta años después,
cuando recuerdes
(la felicidad, querida, es un estado que se recuerda,
no algo que sucede en tiempo real;
la felicidad son el patio, las azucenas,
y la voz de John,
no reply,
no reply;
es el verano del ‘81
remasterizado en la memoria).

Todo eso que nos pasó
nos pasa.
Todo eso que tuvimos
lo tenemos.
“Beatles for sale”.
Ahí están las manos de tu mamá en mi pelo,
¿las ves?
Ahí están las azucenas.
Que nada te quite la alegría del recuerdo.
Porque aunque nunca te llame, estoy ahí.
Estoy con vos
(rock and roll music
any old way you choose it).
Estoy pensando en el patio de tu casa.



Arte: "Beatles for sale", Alan Fears

lunes, 22 de enero de 2024

GALÁPAGOS


 GALÁPAGOS


Casi desnuda entre tus dedos
era agua, sal,
verano de 20 años.


Mirábamos el sol y sonreíamos
con la loca idea de ser eternos.
Tu boca era una cinta de raso desatando
el beso del océano
y nadie pensaba en la muerte
porque en la radio sonaba esa canción,
y la playa estaba viva,
y los 20 años.

¿Me hubiera enamorado de vos
si lo hubiese sabido?
¿Si el auto que te mató
(auto premonición,
auto advertencia)
hubiera sido parte de mis sueños de aquella noche,
cuando vimos "Reto al destino"
y yo lloré
y vos me acariciaste la cabeza?
¿Me hubiese quedado entre tu asombro,
entre tus dedos,
entre tus últimas pertenencias?

Envejecí sin vos.

El mar nunca volvió a ser el mismo.
Escucho esa canción en la radio
y en el cangrejal de la noche
las estrellas
desmenuzan ese regalo triste que es el recuerdo
con sus temibles pinzas de luz.


sábado, 20 de enero de 2024

ESPERANDO QUE EL SOMNÍFERO HAGA EFECTO


 ESPERANDO QUE EL SOMNÍFERO HAGA EFECTO


Tengo la cabeza apoyada en la almohada
pero el sueño no llega.
Me cuesta dormir.
Me cuesta envolverme con la lengua
como si fuese una chalina hecha de pájaros
y acunarme en palabras blandas.
Me cuesta relajarme,
vaciarme de ideas.
Los pensamientos se agolpan en mis sienes
como lobos infecciosos.
Pienso en tus ojos,
lo primero en pudrirse, seguro,
como se pudrieron los jazmines
cuando la lluvia se pasó de la raya.
Pienso en la muerte.
La tuya, la mía.
Me parece que me ahogo
pero no.
Es un golpe de calor de los 50.
Me siento estúpida
con mi pijama de la Mujer Maravilla.

Cuento ovejas saltando una cerca:
una, dos, tres…
la cuarta me mira.
No salta.
Creo que ella también piensa que me veo estúpida
con mi pijama de la Mujer Maravilla.
Pienso en tus ojos,
en las hormigas que habrán trajinado
tus párpados quietos.
Nombro grupos musicales que empiecen con A, con B, con C.
Abba, AC DC, Aerosmith…
Beatles, Beach Boys, Blondie…
En Creedence vuelvo a acalorarme.
Mi pijama es una bandera de rendición
plantada en los 50.
Pienso en la muerte.
La tuya, la mía.
En lo aburridos que fueron
los dos primeros capítulos de “Twin Peaks”.
Pienso en los poemas de Miyó Vestrini,
en las caricias que son manotazos,
en vos
mirando el papel higiénico
impregnado de tu caca de niño triste.
Pienso que escribir poemas
es como bailar en la cubierta del Titanic.

Entonces todo se funde en negro.
Así terminan las películas que me gustan.
Con el suicidio de la luz.

Buenas noches hasta dentro de un rato
cuando la Mujer Maravilla proteste
empapada en sudor.


 Arte: Angel George