lunes, 26 de abril de 2021

EN SUEÑOS


EN SUEÑOS

Cuánto hace que no voy al cementerio,
pensé,
mientras arreglaba el cantero del jardín.

Cuánto hace que no veo a mi hermano.

Al principio, se me aparecía en sueños
y yo lo abrazaba con una alegría feroz,
y le decía “Gordo, viniste”,
porque sabía que estaba muerto
pero también que estaba ahí, tangible en el abrazo.
Después, empecé a soñar con otras cosas:
con gatos y recetas de cocina,
con el mar,  con Ryan Gosling.
Sueños sin peso, insoportablemente livianos,
plumas de ganso del inconsciente.

Brujas, chamanes, tarotistas,
facilitadores de constelaciones familiares,
lectoras de registros akáshicos.
A todos les pregunté por él.
A todos les dije quiero ver a mi hermano,
quiero hablar con mi hermano,
quiero saber dónde está,
quiero un mensaje, una señal,
algo que me ayude a tapar el agujero de la ausencia,
un milagro ultraterreno, una mentira piadosa.
Pero nada.
Nada de nada.
Mi hermano está muerto y callado.
Ni el más ingenuo de los pensamientos mágicos
sirvió para aliviar una década de luto.
Una década eterna.

Cuánto hace que no voy al cementerio,
pensé,
mientras arreglaba el cantero del jardín.
Cuánto hace que no reemplazo las flores secas,
beso su foto,
repaso con el dedo cada palabra de su epitafio,
Kata ton daimona eaytoy,
el mismo que Jim Morrison,
un capricho mío, una tontería mía,
un homenaje a su espíritu o a su demonio,
a eso que lo hizo tan él y se esconde
detrás de las piruetas de los gatos y la sonrisa de Ryan Gosling.
Porque yo sueño con mi hermano todas las noches,
ahora me doy cuenta.
Sueño con mi hermano todas las noches.

Todas las noches desde hace diez años.

 

Arte: "Sweet Dreams"Jane McNeely 

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