lunes, 17 de agosto de 2020

ROSEANN



ROSEANN

Su cuerpo se movía hacia cualquier lugar
donde el deseo explotara
como una supernova golosa.
Su cuerpo
(su territorio, su conquista,
la íntima catedral donde rezarle al sudor,
al beso anónimo,
al milagro brutal de estar viva).

La noche le daba cuerda
como si ella fuera
una cajita de música atravesada por el hambre
y una melodía caliente la llevaba en andas
de bar en bar,
con un libro debajo del brazo,
un cigarrillo en la boca,
la vocación de ser algo más
que una muñeca que menstruaba
y preparaba terreno para la siembra.

Cuando la mataron
(cuando la violaron,
la apuñalaron
y machacaron su cabeza
hasta que sus sesos escribieron en las paredes
un último manifiesto de libertad doliente),
la gente de bien asumió
que la culpa la había tenido ella.
Porque no había aprendido a cubrirse
ante los ojos de Dios.
Porque no había aprendido a pedir permiso,
ni a respetar los carteles que prohibían pisar el césped,
ni a bajar los ojos cuando un hombre la miraba.
Porque no había aprendido que no se debe hablar
con la boca llena.
Y era natural que aprendiera a los golpes.

Ya se sabe que ninguna mujer puede hablar
con la boca llena de sangre.



Roseann Quinn fue una maestra estadounidense, de Nueva York, que fue asesinada a puñaladas en 1973 por un hombre que conoció en un bar. Su asesinato inspiró la novela de Judith Rossner, “Looking for Mr. Goodbar”, que fue llevada al cine en 1977, dirigida por Richard Brooks y protagonizada por Diane Keaton.

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