martes, 4 de agosto de 2020

“BOHEMIA” DE MAURICIO ESCRIBANO / PRÓLOGO


“BOHEMIA” DE MAURICIO ESCRIBANO / PRÓLOGO

Escribir poesía en los tiempos que corren es un gran desafío. Y ese desafío se agiganta si lo que se pretende escribir es una poesía no concebida como un artículo de lujo, una poesía que vaya de mano en mano y de boca y boca transformándose y transformando a quienes se acercan a ella con pasión, con curiosidad o con recelo. Porque el fin último de la poesía es, sin dudas, la belleza, y no existe un elemento tan subversivo como la belleza poética. Escribir un poema o leerlo son actos políticos de gran peso. Escritores y lectores apuestan al milagro de la creación en lugar de ceder a la destrucción y al desaliento. Quien se ofrenda al poema exalta la existencia de voces diferentes a la suya y busca una comunión consigo mismo y con los otros. Da un paso fundamental hacia la trascendencia. Piensa y celebra al mundo más allá del mundo mutilado, poniendo en palabras la historia de nuestro dolor y el dolor de nuestra historia y marcando el camino para restañar la gran herida colectiva.
Mauricio Escribano es un poeta que conoce el peso de cada palabra y sabe cómo tender entre ellas los lazos invisibles y necesarios para obtener ese pequeño prodigio que es el poema. Llega a la belleza de la poesía (a esa belleza transformadora) con un lenguaje profundamente humano, sin excesos ni florituras innecesarias. Un lenguaje íntimo que, ya desde el primer poema de su obra “Bohemia”, nos introduce al amor y al desamor como experiencias cotidianas, lejos de  idealizaciones grandilocuentes: sería lindo mirar juntos / hacia abajo / saludar a los que pasan / / y sentir por un ratito / que todavía soy esa plantita  /que cabía entre tus manos”.  Experiencias colectivas, que nos incluyen y nos desnudan, porque el poeta va más allá de lo personal para hablar de todos nosotros: “están los que se fueron / a formar pareja con la niebla / están los que no vuelven al amor / y están los que se imponen los que insisten / aun en el cuadrante del olvido”. Con grandes dosis de ternura y la cantidad exacta de sutil erotismo, Mauricio reinventa la poesía amorosa, tan bastardeada por los lugares comunes: “hubiera podido abrir tus piernas / hacer literatura abrazados en la alfombra / y al besarnos repetir cada maniobra / como si hojeáramos un libro con la lengua”.  Nos sorprende con imágenes que devuelven a nuestra memoria afectiva historias que creímos perdidas para siempre: “tu casa / era una cajita de música / en medio del campo / así la recuerdo / rodeada de noches claras”. Historias que han moldeado lo que somos y lo que seremos, que tuvieron su pena y su gloria y forjaron la nuestra: “cuando te conocí / yo andaba por lugares / donde nunca estuve / vos huías de las pupilas / de un pájaro y parecía / que no tenías dónde ir”.
“Bohemia”, de Mauricio Escribano, es un poemario que no deja indiferente al lector. Que rescata, en tiempos de frivolidades y negaciones, la palabra de amor y le da un lugar de privilegio en el panorama poético actual. Que nos devuelve algo de la humanidad perdida, algo de la maravilla de tocarse, de mirarse a los ojos, de dolernos en el otro y por el otro, en un tiempo de individualismos y excesos tecnológicos. “Anoche nací de tus ojos”, nos dice Mauricio, y ese nacimiento, ese parto de pupilas amadas, es un resumen perfecto de esta obra que, tal como postulaba Vicente Huidobro cuando hablaba de la poesía, contiene en cada uno de sus giros el lenguaje de la Creación.  Amando y escribiendo nos creamos y nos recreamos, y creamos y recreamos un mundo nuevo. Ese mundo que a veces parece tan lejano. El que nos merecemos tanto. El que nos merecemos siempre.

Raquel G. Fernández 

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