CRÍTICOS
Una
vez un señor (gordo)
me
dijo que la poesía no era
un
entretenimiento para señoras gordas.
Yo le
contesté que no estaba tan gorda
y
tampoco era tan señora,
y que la
poesía no me parecía el Santo Grial.
Él,
ofendidísimo,
me
retiró el saludo y el privilegio de leer esos poemas
que
concebía como epifanías capaces de cambiar la historia.
Una
vez una señorita (flaca),
que me
pedía consejos, recomendaciones y favores,
se
levantó con el poema izquierdo y me espetó con furia
y sin
mediar intercambio previo de palabras:
“¡Yo
escribo mejor que vos!”.
También
me retiró el saludo
y la
posibilidad de explicarle que uno no escribe
para
ser mejor que Fulano o Mengano.
Escribe
para ser mejor que uno mismo.
Una
vez un chico (ni gordo ni flaco)
me
acusó de despachar textos dignos de Arjona.
No le
contesté
porque
estaba a punto de entrar a la consulta del psiquiatra.
Pero
después escribí un poemita de esos que enojaban tanto
al
señor gordo.
Entretenimiento
puro.
Venganza
de abecedario.
Una
vez (muchas veces)
me
dijeron adjetivos no,
diminutivos
no,
alma,
corazón y nube no,
no,
no, no.
Lenguaje
coloquial, no.
Que el
trabajo literario,
que el
tropo,
que le
intención estética,
que es
poeta el que llama orbe al mundo
y no
simplemente mundo
como
el resto de los mortales.
Una
vez decidí no dejarme intimidar por lo que debe ser
y
escribir como se me diera la gana.
Dejar
al orbe en paz
y
dedicarme fastidiar al mundo
como
una canilla incómoda que gotea toda la noche.
Porque
eso soy: una canilla incómoda.
Y
todavía no nació el plomero que me cambie el cuerito
(debería
haber dicho grifo y no canilla,
ya
aparecerá el exquisito de turno
que
señale semejante despropósito).
Todos
seremos olvidados menos Los Beatles.
Relájense.
Arte: Virginie Matz
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