lunes, 3 de agosto de 2020

CRÍTICOS



CRÍTICOS

Una vez un señor (gordo)
me dijo que la poesía no era
un entretenimiento para señoras gordas.
Yo le contesté que no estaba tan gorda
y tampoco era tan señora,
y que la poesía no me parecía el Santo Grial.
Él, ofendidísimo,
me retiró el saludo y el privilegio de leer esos poemas
que concebía como epifanías capaces de cambiar la historia.

Una vez una señorita (flaca),
que me pedía consejos, recomendaciones y favores,
se levantó con el poema izquierdo y me espetó con furia
y sin mediar intercambio previo de palabras:
“¡Yo escribo mejor que vos!”.
También me retiró el saludo
y la posibilidad de explicarle que uno no escribe
para ser mejor que Fulano o Mengano.
Escribe para ser mejor que uno mismo.

Una vez un chico (ni gordo ni flaco)
me acusó de despachar textos dignos de Arjona.
No le contesté
porque estaba a punto de entrar a la consulta del psiquiatra.
Pero después escribí un poemita de esos que enojaban tanto
al señor gordo.
Entretenimiento puro.
Venganza de abecedario.

Una vez (muchas veces)
me dijeron adjetivos no,
diminutivos no,
alma, corazón y nube no,
no, no, no.
Lenguaje coloquial, no.
Que el trabajo literario,
que el tropo,
que le intención estética,
que es poeta el que llama orbe al mundo
y no simplemente mundo
como el resto de los mortales.

Una vez decidí no dejarme intimidar por lo que debe ser
y escribir como se me diera la gana.
Dejar al orbe en paz
y dedicarme fastidiar al mundo
como una canilla incómoda que gotea toda la noche.
Porque eso soy: una canilla incómoda.
Y todavía no nació el plomero que me cambie el cuerito
(debería haber dicho grifo y no canilla,
ya aparecerá el exquisito de turno
que señale semejante despropósito).

Todos seremos olvidados menos Los Beatles.
Relájense.


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