SOPA CHINA
"Otra vez sopa china"
digo cuando me despierto,
abriendo un ojo
y sin querer abrir el otro.
"Otra vez sopa china"
me quejo.
Estornudo, toso, tiemblo.
Menopausia + aire acondicionado + Marlboro + sobredosis de TV
(Apágalo, apágalo,
apágalo).
"Otra vez sopa china"
me quejo,
sintiéndome miserable por quejarme:
tengo la alacena más o menos surtida,
dos o tres botellas de vino,
cielo, pasto.
Estoy sana.
No hay muertos en la calle.
Ni siquiera hay cerca de mi casa de barrio
balconcitos rococó que eructen
ruidos coquetos de panza llena.
Sólo una llave de aire clausurando
la visita a mamá,
la vuelta al perro,
el cafecito en El Piave.
No debería quejarme,
pero me quejo.
Imagino a mi abuela enterrando a su padre,
a sus hermanas,
en la fosa común de la gripe española
Me pregunto cuántas generaciones
se salta el desastre,
si está mierda es un tumor en mi árbol
y me toca extirparlo.
Sobredosis de bobadas new age
(y miedo).
Mi abuela,
muerta hace más de treinta años,
se me antoja distinta hoy:
la toco en el recuerdo
con una ternura nueva. .
Era dura, y triste, sí,
¿pero cómo no serlo?
Si la peste la privó de su huerto y su mar,
de las voces amadas.
“Otra vez sopa china”.
Que es más que el encierro,
que es más que un virus,
que es más que el miedo.
Qué es la incertidumbre de no saber
(no imaginar,
no comprender)
cómo va a ser el mundo el día después
cuando vuelva a tocarte.
Arte: Adrew Vasiliev
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