miércoles, 2 de enero de 2019

LA MEXICANA QUE ESCUPÍA FUEGO



LA MEXICANA QUE ESCUPÍA FUEGO

Hija de un general de la revolución mexicana
ex alumna de un colegio de monjas,
bataclana,
Lupe llegó a Texas a los 17 años
escupiendo fuego.
Quería triunfar como bailarina
pero terminó incinerando Hollywood con su lengua de pólvora,
sus  fulminantes ojos negros,
sus piernas que tiraban a matar
como fusiles en celo.

Lupe Vélez,
la cara brava de Dolores del Río,
saltó de la pantalla a las columnas de chismes
levantándose la pollera.
Se enamoró de Gary Cooper
y cuando el galán enfermo de Edipo
cedió a las exigencias de su madre
y la abandonó
lo despidió con un par de tiros al aire.
Se enamoró de Johnny Weissmüller
y el pobre Tarzán tuvo que maquillar mordidas y arañazos
para descolgarse de liana en liana
sin alarmar a los fanáticos.

A los 36 años,
Lupe descubrió que estaba embarazada.
Sabría la diva de quién. O no.
Lo cierto es que no hubo nadie dispuesto a desposarla.
Tampoco ella  estuvo dispuesta a abortar.
Ni siquiera a ser madre soltera.
Después de todo,
la mexicana que escupía fuego seguía siendo
una devota de la Virgen de Guadalupe.

El 13 de diciembre de 1944
la Vélez decoró su mansión de Beverly Hills con velas y flores
y organizó su última cena.
(Tomad y comed, este es mi cuerpo.
Tomad y bebed, esta es mi sangre.)
Después
se perfumó hasta los huesos,
tristes dardos verticales con hambre de reposo,
se atiborró de pastillas y brandy
y soñó la muerte de una reina azteca.

(Pero en realidad murió como un dragoncito de puertas cerradas:
había escupido tanto fuego
que ni siquiera quedó una chispa minúscula
para iluminar las frías manos de la noche
mientras empolvaban 
su cara de catrina perfecta).


Arte: "Lupe Velez #2", Lisa Hamner

No hay comentarios.:

Publicar un comentario