sábado, 5 de enero de 2019

ANTONIO Y CLEOPATRA


ANTONIO Y CLEOPATRA

Él llegó al set de “Cleopatra” tan borracho
que apenas podía mantenerse en pie.
Pidió un café cargado
pero fue incapaz de beberlo:
la taza temblaba en sus manos como una liebre rota.
Ella tomó el pocillo y se lo acercó a los labios.
Mientras Richard sorbía el negro alivio
Elizabeth no dejó de mirarlo a los ojos.
Cuando el café se acabó
ya estaban enamorados.

Él llegó a su vida como un Marco Antonio herido de muerte
y ella lo curó para volver a lacerarlo.
Cada vez que Elizabeth se quitaba la ropa
un puñal de ansiedad atravesaba
la autosuficiencia del duro galés.
Había que regar con alcohol tanto desconcierto.
¿Cómo vivir dependiendo de otra criatura,
de una criatura única, además,
un ciervo de ojos color violeta,
que se desnudaba así, tan fácil,
en medio de una partida de Scrabble
y con su cuerpo resignificaba todas las palabras?

Ella amaba en él su toque de jungla,
y los insultos sonaban como tambores
cuando las tazas de café post borrachera
eran moscas con resaca que revoloteaban 
sobre las sábanas matrimoniales.
Basta para mí dijeron ambos,
después de diez años de besos, Scrabble, injurias y whisky.
Pero volvieron a intentarlo tiempo después,
en la selva,
aullando,
aunque sin dejar de lado firmas y legalidades:
a pesar del vagabundeo erótico del que la acusaba el Vaticano
a Elisabeth le gustaba casarse.
Siete semanas, siete diamantes,
y el matrimonio estalló por los aires.

Richard Burton murió el 5 de agosto de 1984,
sintiéndose en falta porque los dioses le habían obsequiado el fuego
y él había hecho correr mucho alcohol por su garganta para apagarlo.
Una semana antes le había escrito una carta a Elizabeth
buscando la reconciliación
y jurándole que quería volver a casa.
Ella guardó ese último mensaje durante años
en el cajón de su mesa de luz.
Lo guardó hasta el último día de su vida.

Quién sabe cuántas veces lo releyó.
Quién sabe cuántas veces celebró y maldijo
que su cuerpo y sus ojos violeta
hubieran sido la casa
de aquel hombre que no podía sostener en sus manos
una taza de café
de tan borracho que estaba.


Arte: "Mr. & Mrs. Burton, Elizabeth Taylor & Richard Burton",  Al Hirschfeld 

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