EN ESTA CASA
Ayer volví sobre mis pasos
y llegué
a la casa donde una vez fui niña.
En esta casa murió mi padre,
pensé
mientras desmalezaba el viejo jardín con
los ojos.
En esta casa velaron a mi padre.
En este caminito gris que serpentea
entre la ausencia de los rosales de mamá
desfiló mi orfandad por primera vez.
Todos me tocaban la cabeza
y decían pobrecita, pobrecita.
Desde ese día odio que me compadezcan
y cuando me preguntan cómo estoy
digo bien, bien, bien.
Y sonrío.
Miento.
Le miento, incluso, a los psicólogos y a
los psiquiatras.
Y los descarto cuando me creen
como si fueran
pañuelitos de papel hechos barquitos de
llanto
(hasta que llega el verano y el sol entra
en pánico,
y todo parece quemarse y dolerse,
y busco la cartilla de OSDE,
a ver quién me atiende ahora,
a ver a quién puedo mentirle
para sentirme mejor).
En esta casa murió mi padre,
pensé.
En esta casa murió mi infancia.
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