jueves, 31 de enero de 2019

DRÁCULA Y LA PELIRROJA


DRÁCULA Y LA PELIRROJA

Clara Bow nadaba en su piscina
cuando recibió una invitación para asistir
a una función de “Drácula”.
Aceptó entusiasmada:
deseaba conocer al hombre
detrás de la cara empolvada
y los falsos colmillos.
La diva pelirroja  apostó a la osadía
y ni siquiera se cambió de ropa.
Llegó al teatro
con un tapado de visón sobre su traje de baño.
Cuando terminó la obra
le presentaron a Béla Lugosi.
El flechazo fue inmediato:
él se había casado días atrás,
pero ambos pasaron por alto
tan prosaico detalle.

Clara y Béla se reconocieron
como lobos de la misma manada,
como antesalas
del siniestro don de la locura.
Él no hablaba inglés pero se amaron
con el lenguaje del cuerpo,
Lugosi todo boca espesa en el rojo furor de la mordida,
Bow yugular desde la nuca
hasta el íntimo abecedario de las piernas.

El idilio duró poco
pero ella conservó su foto autografiada
hasta el día de su muerte
y él hizo pintar su desnudez de memoria
para que Clara reinara
sobre todas las mujeres que vinieron después,
cómodamente instalada en el trono del recuerdo
y en la mejor pared de su casa.


Arte: "Clara Bow nude", Géza Kende

Fotografía: Béla Lugosi en su casa

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