miércoles, 30 de septiembre de 2020

LA NEGRA

LA NEGRA

 

"Es mala".

Lo venimos repitiendo desde que éramos chicos,

desde que era vieja antes de ser vieja

y hurgaba en el verde del fondo de su casa

hasta encontrar

el verde de los cabitos de las frutillas que el tío cultivaba

y nosotros nos comíamos a escondidas,

desechando por encima de la medianera

el cuerpo del delito.

Entonces arreciaba el escándalo:

"estos chicos son unos maleducados

tiran cosas para mi casa,

me llenan el fondo de basura"

("cuatro hojitas locas",

pensábamos indignados

y doblemente reprendidos:

por comernos las frutillas

y por tirar cosas para la casa de al lado;

"cosas, ¿cosas?, cuatro hojitas locas,

qué vista tiene la vieja,

qué ganas de joder").

 

"Es mala".

Tiene una obsesión con el verdillo

y amontona hojas podridas

en las veredas ajenas;

tiene una obsesión con las pelotas

y jamás las devuelve.

Debe atesorarlas en una habitación especial

y revolcarse en ellas

como Rico McPato en sus monedas de oro.

 

"Es mala".

Jamás le vi una sonrisa genuina

iluminando sus rasgos aindiados,

siempre una mueca algo espeluznante,

una mueca que enseña apenas sus dientes blanquísimos,

una imitación de la sonrisa de los otros,

algo antinatural, algo raro.

 

Alguna vez tuvo quince años.

Es extraño pensar que alguna vez tuvo quince años

(¿fue cuando los dinosaurios andaban muy tranquilos por ahí,

sin imaginarse la que se les venía encima?).

Alguna vez tuvo quince años

y pasó tardes enteras

planchando las camisas de sus hermanos varones,

lustrando sus zapatos,

para que fueran al baile de punta en blanco.

Siete hermanos varones y ella.

Ella,

viendo pasar sus mejores años

detrás de las rejas que se cerraban con candado

cuando el último de los privilegiados

alcanzaba el cielo de la vereda.

Imaginando una milonga que nunca pisó,

bailando con su sombra

a escondidas de la severa mirada materna.

 

Siete hermanos varones y ella.

Siete hermanos varones que se enamoraron,

se casaron,

se fueron.

Cumplieron sueños, tuvieron hijos.

Buenos tipos, todos.

Buenísimos tipos.

 

Jamás fue a la escuela.

Jamás la tocó un hombre.

Jamás la amó un hombre.

Jamás tuvo nada que no fuera

camisas para planchar

y vecinitos para vengarse un poco

de una vida de mierda.

Ya sé, ninguno de nosotros tenía la culpa.

Pero cuando duele

el mordisco salta para cualquier lado.

 

Quizás jamás sonríe porque nunca aprendió.

 

¿Es mala?


lunes, 28 de septiembre de 2020

EL PROBLEMA


EL PROBLEMA

El sueño de mi vida
es comprarme una Van VW
e ir de pueblito en pueblito
vendiendo pastafrola.
Viviendo en todas partes y en ninguna.
El problema es que no tengo plata para hacerlo.
El problema es que no sé manejar.
El problema es que hago una pastafrola riquísima
pero ridículamente cara
(atiborrada de manteca y dulce)
y nadie querría comprarla.
El problema es que tengo 52 años
y el verano del amor también tiene 52.
El problema es que me la pasé escuchando a los otros
y jamás supe escucharme.
El problema es que toda mi existencia se redujo
a amoldarme a los sueños de los demás.

El problema es que si supiera manejar
y tuviera las llaves de mi Van VW en la mano
no sé si me animaría 
a salir a la ruta.

jueves, 24 de septiembre de 2020

NUNCA QUISE SER ASTRONAUTA

 



NUNCA QUISE SER ASTRONAUTA

 

 

 

Podría comenzar este intento de poema

 

diciendo que quería ser astronauta.

 

Pero eso sería mentir descaradamente sobre mi infancia:

 

nunca quise ser astronauta.

 

Más bien quería ser la inquilina rubia y curvilínea

 

de la botella misteriosa que un astronauta bonito

 

encontrara en una isla desierta del Pacífico.

 

Todavía adoro esa sitcom

 

(aunque haya sido el germen

 

de una de las grandes decepciones/conmociones de mi niñez:

 

Larry Hagman en "Dallas").

 

Pero debo reconocer

 

que cada vez que Jeannie llama amo al Mayor Nelson

 

me fastidio bastante.

 

Y todavía me fastidia más que me hayan  educado

 

para ser la chica.

 

Que nadie me enseñara que ser astronauta

 

era amucho mejor que ser Barbara Eden.

 

Mucho más grande.

 

 

 

Ahora quisiera ser astronauta

 

y encontrar en una isla desierta

 

una botella con un chico rubio y complaciente

 

viviendo en sus instalaciones.

 

Uno que me dijera ama, amada, amante,

 

y al que pudiera neutralizar con un corcho

 

cuando se me diera la gana.

 

 

 

Bah, con encontrar una botella me conformo.

 

Ni siquiera hace falta que el champagne sea rosado.







Arte: Poster promocional de la sitcom "I dream of Jeannie" ("Mi bella genio") (1965/1970)

martes, 22 de septiembre de 2020

GATO / AMADEO GRAVINO


GATO

                                                                                             para Raquel Graciela Fernández


es blanco

anda como bailando

casi en el aire

pensando

en Raquel Graciela

que lo cuida

y se pregunta:

 

¿quién inventó las carretillas?

¿qué dice la canción del viento?

¿qué reclaman las hojas?

¿se quejan los rosales?

¿las macetas sueñan?

¿quién inventó el fuego?

¿por qué tosen los rastrillos?

 

apenas toca el suelo:

piensa en Raquel Graciela

que lo quiere

 

AMADEO GRAVINO




domingo, 20 de septiembre de 2020

VIOLENCIA


VIOLENCIA

Yo no sé qué les pasa a las mujeres ahora.
No aguantan nada.
Sí, ya sé que hay muchos hombres violentos.
Antes no era así, creo.

Hace 30 años que estoy con él.
Yo era una chica linda cuando lo conocí
pero cuando me miraba al espejo
no veía a una chica linda:
veía a una inútil que había terminado el secundario raspando;
una muerta de hambre que no conseguía
ningún trabajo como la gente
y se moría de vergüenza cuando las amigas de la infancia,
que iban a la Universidad,
la veían limpiar vidrios;
una pobrecita que se acostaba con cualquiera
que le pasara la mano por el lomo,
como a un perro de la calle,
buscando un poco de amor,
alguien que lamiera las heridas
de su infancia rota.

Me enamoré, claro que me enamoré,
y al principio todo anduvo bien;
un cuento de hadas, sí,
una telenovela con final feliz.
Zapatos lindos, vestidos lindos, auto.
Pero enseguida empezaron los gritos,
los portazos,
el romper esto o aquello.
Supongo que yo lo hacía enojar,
nunca fui buena ama de casa,
nunca aprendí a planchar bien
y fumaba a escondidas en el baño,
igual que en la escuela.
Tuve que cumplir horarios
y estar siempre cuando él llegaba,
y hacer el amor cuando él quería,
aunque me explotara la cabeza,
aunque mi día hubiese sido atroz.
Me gustaba hacer el amor, sí,
hasta que me ponía boca abajo
y me lo hacía por atrás,
algo que siempre odié,
que siempre me dolió.
Algo que me hacía sentir humillada.
Yo me tragaba las lágrimas y pensaba “ya acaba, ya acaba”,
porque eso hacen las esposas, ¿no?
Y yo era una muerta de hambre,
(la plata no era mía, yo no me la ganaba)
y las muertas de hambre no tenemos el no fácil.

Nunca tomé ninguna decisión importante:
él es que sabe.
Y ahora ni siquiera soy una chica linda.

Hace 30 años que estoy con él.
Tiene sus cosas, claro.
Pero violento no es.
Jamás me puso la mano encima.




Arte: Viktoria Hrytsa