viernes, 22 de mayo de 2020

UNA MUJER SIN PROBLEMAS


UNA MUJER SIN PROBLEMAS

No soy una mujer alegre.
Ni siquiera soy una mujer divertida.
Sonrío mucho,
con la delirante pretensión de agradar siempre,
pero rara vez me río a carcajadas.
Son pocas las cosas que me hacen verdadera gracia.
No sé bailar.
No sé contar chistes.
Me siento incómoda en las fiestas
y me pone ansiosa estar rodeada de mucha gente.
Los transportes públicos me angustian.
No puedo mirarme al espejo sin sentirme vieja,
gorda o ridícula.
Tengo la sensación constante de que soy un fraude
y de que, en cualquier momento,
los demás van a descubrirlo.
Convivo con una imaginaria
(y agotadora)
inminencia del desastre.
No sé criar hijos ni mascotas:
ni las amenazas ni los ruegos consiguen
que los unos no dejen la ropa tirada por toda la casa
y las otras no orinen en la cocina.
Tengo trastorno bipolar,
erupción polimorfa lumínica,
insomnio
y dolor de estómago crónico.
Me aburren casi todas las series de Netflix.
Sin embargo,
funciono perfectamente como paño de lágrimas:
 todo el que me conoce
me elige para contarme sus cuitas.
Porque soy discreta
y sonrío tanto
que el mundo da por sentado
que soy una mujer sin problemas.


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