lunes, 18 de mayo de 2020

TALLER LITERARIO ALEJANDRA PIZARNIK / PRODUCCIONES 7° ENCUENTRO VIRTUAL III - COORDINA: DANIEL RUIZ RUBINI

TALLER LITERARIO 

“ALEJANDRA PIZARNIK”



"La invisibilizacion de la pobreza" de Kevin Lee 

PRODUCCIONES DEL SÉPTIMO ENCUENTRO VIRTUAL III


Cristina Noguera




Desafinados sociales

“Los negros de mierda 
somos apenas hongos que proliferaron 
después de una lluvia incómoda”.
Raquel Graciela Fernández

I

Los caminos de la sociedad
mueven una brújula equivocada. 
“Negros de mierda” los llaman.
Ellos cuelgan la pobreza
en los collares del letargo.
Fabrican panes de viento
viven en refugios de hambre.
Elitistas imbéciles 
sembraron divisiones.
Hoy ellos sobreviven
son los desafinados sociales..

II

Hay palabras que empujan al abismo: 
“Negros de mierda” los llaman.
La música como taladro duele 
con el dolor de lo cotidiano.
Cuando llega nuestra indiferencia 
entonces ensucia más las palabras 
que se desparraman,
se diluyen
acomodan el juego siniestro, 
en esta sociedad que no mira 
a los desafinados sociales.


Arte: Antonio Berni



Carmen Rolandelli



De aquellos días
me quedan pocas cosas
algunos olores como el olor a sopa 
o al pastel de papas
o tu tristeza
la de los ojos secos y la mueca en la comisura de los labios que se parecía a la mitad de una sonrisa
(Esa sería, en adelante, mi definición de la tristeza) 
la tristeza perfecta
la de las cosas cotidianas
la de llevarme al colegio, la del pastel de papas 
la del sillón del living chico
que tenía la forma de tu cuerpo
mientras sonaba Rubinstein en el Winco 
y vos estabas en vos
como siempre que estabas en vos 
con tus ojos secos
(también sería mi definición de introspección)
me consolaba saber que después me ayudarías con Amalia 
cuando estaba en segundo del Normal
yo amaba a Puig/ odiaba a Mármol/
la de literatura lo sabía/ sospechaba mis ideas/
vos me ayudabas con las fichas, con las malditas sinopsis 
con los personajes odiados por la historia
la habías leído tantas veces
como tantas sonaba el nocturno nueve 
y aprobamos literatura de segundo 
para que el verano fuera nuestro
o de vos y de mí
me habías prometido el mar
y yo me sumergí en el Pubis angelical 
a la hora de la siesta
abrí la puertita de lo prohibido 
y me desquité del estado de sitio, 
de la de literatura de segundo, de tu partida
y adiviné tus ojos secos, que a veces se humedecían 
tu mueca de sonrisa a la mitad
y la vida que fluía 
a pesar de todo


Daniel Ruiz Rubini


La trampa

La trampa está tendida 
sobre su perversión
y tu inocencia de diez años 
sobre todos los recuerdos 
sobre toda la impiedad.

La trampa está tendida 
y es su olor a vino
y su ropa sucia 
y el sudor
y la mordaza de sus manos 
en tu boca de diez años.

La trampa está tendida 
y es el rostro aquel que no quiere morir
porque siempre es octubre 
desde entonces.

La trampa está tendida 
en su voz que te nombra 
sin saber tu nombre
y en tu cuello
que se olvida de olvidar.

La trampa te empuja
a una obra en construcción a su risa
al intento de escapar 
a tu espanto de diez años

               Terrible memoria la tuya 
               que aún sigue atrincherada 
               en esa tarde de octubre.


Arte: "Home alone", Margaret Keane


Liliana Safenreiter 



Ausencia

 Mi hogar olía a tortas y panes calientes.

Papá era el mejor hombre del mundo y mamá, la ternura, los juegos y el amor. Tenía una sonrisa que le llenaba la cara y, marcaba sus hoyuelos. Me encantaba mirarla cuando tejía o leía, cerca nuestro, por si algo sucedía.
Solíamos bailar en el patio y disfrazarnos de gitanas, con castañuelas y panderetas, hasta cansarnos.
Un día mamá dejo de sonreír y se fue apagando despacito. ¿Por qué? ¿Por qué ella? Una y mil preguntas sin respuestas. Desesperada, trataba de aliviar sus días, quedándome a su lado, pero lo mejor que podía hacer por ella era estudiar. ¡No dejes nunca de hacerlo, es lo único que puedo darte para el día de mañana!, me decía una y otra vez.
Una tarde de mayo se fue, sin que nos diéramos cuenta ni pudiéramos darle el último beso. Nos dejó en el momento en que más la necesitábamos, sin abrigo y sin despedidas.
Todo cambió.

Papá se refugió en su dolor y olvidó el mundo. Mi hermana un día no amaneció en su cuarto y yo, quedé sin luz, flotando en una casa vacía, con las manos llena de sueños imposibles y los ojos ausentes.
Mi hermano, aún pequeño, preguntaba todos los días por ella. No sabía cómo decirle que no la vería más. Lo abrazaba y llenaba de besos para que la olvidase por un rato-

Entonces, me di cuenta de que mis diecisiete años eran muchos más, que ya no sería la misma. Estaba empezando mí verdadera vida, una vida de adultos, una vida de mierda.

Chary Tumites



 Miedo
En la casa de los García la rutina se respetaba a rajatabla: Cada noche cena, televisión y después temprano a la cama pues los niños iban a la escuela.
¡Comer a esta hora es aburrido! , decía la abuela que siempre andaba con la aguja y el dedal zurciendo o cosiendo botones y a esas horas ya quería mirar la novela.
¡Tendría que estar en mi casa y hacer lo que quiero! , asumía, pero después venía la cena y se olvidaba de todo lo que había dicho.
Su hijo entre miradas fijas y alguna advertencia manejaba la mesa y a sus hijos Leo , Leandro y Luis , mientras que su esposa - siempre en silencio con rostro de disgusto- servía la comida y por último repartía el pan, que era lo primero que desaparecía,.
Leo sabía que su madre se sentía incomoda con la abuela, porque la vigilaba.
Ella era una mujer áspera y las locuras de Juana la ponían mal, sentía a veces miedo de que su marido la descubriera.
El la miraba serio.
_ ¡Ay hoy se arma! Pensaba Leandro. La cena siempre era aburrida.
La casa de los García era grande con largos corredores, que en las noches resultaban oscuros y recorrerlos era toda una aventura.
Daban miedo.
Una vez en la cama los niños recibían a su mamá quien libre de toda mirada jugaba con sus hijos a que era " la Mona Chita “, compañera inseparable de Tarzán.
Saltaba, reía, gritaba y volvía de la habitación de sus niños cargada de alegría que terminaba cuando ingresaba a su dormitorio.
Ella le temía al marido.
La abuela sospechaba pero no decía nada, sólo sabía que no podía meterse. La noche avanzaba cargada de sonidos, oscuridad y a veces miedos.

Luis tardaba en dormirse, pues tenía su propia pesadilla.
Todas las noches escuchaba pasar a Juancito, un hombrecito inocente que arrastraba una caja de arroz con un Piolín mientras emitía sonidos extraños con su boca.
Juancito era el personaje del barrio y de noche le gustaba andar por las veredas haciendo ruido. Algunas personas lo cuidaban y respetaban por ser un hombrecito especial, otros se le burlaban. Yo le temía.
Cada noche cuando pasaba apretaba la cabeza contra la almohada y transpiraba. Hoy ya grande lo recuerdo.
El miedo se fue, como mi infancia.


Arte: "Fear", Ljuba Adanja 

Nora Urriza


 El retiro
La vida fue cambiando junto al dolor y las incomprensibles ausencias que la muerte despiadada instalaba de sopetón y para siempre.
La vida fue cambiando también junto a las presencias que se repantigaron en el horizonte, adueñándose de lo que no les es propio, para inundar de futuro la existencia.
La vida, mi vida, fue transformándose y acomodándose al recorrido de los caminos que, sin atajos, fui recorriendo para sentir, para amar, para vivir.
Llegaron la madurez y el retiro.
El retiro de lo obligatorio como frontera, como un antes y un después, sin caminos para tachar o borrar sino con anhelos de otros caminos por recorrer.
Una nueva manera de vivir en la que se disfruta sin ninguna prisa, increíblemente, el reencuentro con la que fui en otro tiempo.
Aquella a la que se le pasaban los días detrás del final del libro que empezaba, sin importarle otra cosa.
Aquella que a la que la absorbían el placer por los libros, por la pintura, por el arte, por lo que me gusta porque sí y no porque tengo alguna obligación;
Aquella a la que el contacto con la naturaleza le disparaba la sensación maravillosa de despertar a lo nuevo, a lo descomunal o a lo deslumbrante.
La vida transcurre hoy sin urgencias, ajustándome a un cuerpo que aprendí a conocer y a querer con sus defectos y sus virtudes.
Puedo afirmar que aprendí a escuchar al cuerpo y estoy en paz.
Aprendí a interpretar la melodía de sus señales, sus cicatrices, sus marcas, sus reclamos y sus pliegues;
Cuerpo al que hay que cuidar como contenedor de la existencia finita que nos ofreció la vida.
Por lo que es mejor cuidar y cuidarse y amar al otro por lo que es y no por lo que quiero que sea.
La madurez llegó y me ayudó a ser.
Me enseñó a sopesar todo lo que pasa como si fuera desde otra altura, desde otra perspectiva y a poder hablar conmigo misma, con todo lo que el silencio arrastra, el silencio cargado de alegrías, penas o desvaríos.
No es tarde.
Es hoy y la vida va cambiando con mis sueños inalcanzables y mis amores de todos los días. Mañana, “qui lo ça”, mañana está y está lejísimo.

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