BUDINES
Ya va a haber tiempo para hacer dieta, digo,
mientras bato huevos
y agrego 200 grs de manteca,
una taza de azúcar,
dos tazas de harina,
una cucharadita de esencia de vainilla.
Ya va a haber tiempo para juntarse con los amigos,
para mirar vidrieras,
para escribir poemas que no hablen del encierro
(“Todos hablando
de la pandemia;
odio el
oportunismo poético”, dice
la superada 1
mientras fuma cigarrillos de pasto.
“Es que
no pueden conectar con su interior”,
reflexiona la superada 2,
que, gracias a Dios, no fuma.
Yo,
que enmantequé y enhariné mi interior quinientas
veces,
y tengo los huevos batidos,
me contengo para no mandarlas al carajo.
Ya va a haber tiempo para pelear, digo,
aunque yo no peleo,
mucho ruido y pocas nueces.
Nueces, budín de nuez.
Todavía no hice.
Ya va a haber tiempo para hacer dieta, digo,
mientras enmanteco y enharino las paredes,
los azulejos del baño,
los vidrios de las ventanas.
Las superadas siguen hablando del interior
y yo me muero por un Marlboro
y una escena en exteriores.
Quizás este sea el tiempo para abandonar el tabaco,
digo,
o para empezar a fumar té en hebras,
o para dejar de fumarme estúpidos
(“Si no salís de esta
cuarentena con un libro leído,
una habilidad nueva,
un negocio nuevo o más
conocimiento que antes,
nunca te faltó tiempo,
sólo disciplina”,
predica la superada 3,
orgullosa de su sabia máxima de sobrecito de azúcar.
Decenas de iluminados retrucan
“Amén, amén, amén”.)
Estoy sobreviviendo, chicos,
estoy enmantecando y enharinando las ganas de
gritar.
Estoy haciendo budines,
¿les parece poco?
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