NO SÉ SI TE ACORDARÁS DE MÍ
No sé si te acordarás de mí.
Soy la que se olvidaba los besos
en el espejo del baño,
la que se olvidaba tu nombre abierto
en su diario de páginas rosadas,
la que se olvidaba el paraguas en la escuela
cuando a la mañana llovía
y al mediodía, no
(o sí llovía pero había que mojarse,
tiritar en la esquina con el rimmel corrido
y el pelo hecho un caos,
y ver pasar tus pupilas azules
entre risas y codazos).
No sé si te acordarás de mí.
Fuimos novios dos o tres meses
hasta que descarrilaron las hormonas
y nos asomamos
a la complicación del sexo.
Yo, toda desnudez llorando entre tus dedos.
Vos, pergeñando un cuento inverosímil
de ojos irritados por el sol de Palermo
(Mi mamá es mujer y hace cuarenta años que llora,
no se va a creer lo de Palermo, los botes y el sol.
Mejor le decimos que fuimos al cine a ver una película infame,
“Love Story” o “La última nieve de primavera”,
si no están en cartelera no importa:
mi mamá tiene una casa, tres chicos, un perro,
una pila eterna de ropa para planchar,
hace cuarenta años que no va al cine).
Yo sí me acuerdo de vos.
Te lo dije en veinte poemas y un mensaje de Facebook
que jamás me contestaste.
Todos mis ex amores se casaron
con mujeres celosas.
Y yo tan obstinada
en ejercer la nostalgia.
Yo sí me acuerdo de vos.
Y te nombro.
Nombrarte es decir
luciérnagas en la boca.
Es mojarme con saliva o con lluvia
(con codazos y risas)
y volver a elegirte
como globos de colores inflados con helio.
Ahora que digo que mi hijo está grande
para evitar decir que la que está grande soy yo.
Ahora que Heidi me suena a nombre de actriz posporno
y el abuelito es Mick Jagger.
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