miércoles, 21 de agosto de 2019

HACE MIL BOCAS, MIL SUEÑOS, MIL PUERTAS



HACE MIL BOCAS, MIL SUEÑOS, MIL PUERTAS



Hace mil bocas,

cuando esta boca no era

la madrastra del silencio,

me atreví a pronunciar tu nombre.

Lo degusté como una a fruta dulce.

Quizás ocultaba, entre sus hidromieles,

un dejo sutil de podredumbre,

pero mi lengua no se percató:

aún había demasiado verano entre mis manos

y los trenes llegaban a tiempo.



Hace mil sueños,

cuando este sueño no era

el caparazón del desamparo,

me atreví a remontar tu cuerpo.

Lo cabalgué como a un corcel de vidrio.

Quizás ocultaba, entre sus humedades,

una estaca de hielo,

pero mi carne no se percató:

aún había demasiado bullicio entre mis piernas

y los barcos llegaban a tiempo.



Hace mil puertas,

cuando todavía había puertas

esperando ser abiertas,

me atreví a cruzar el umbral de tu mirada.

Caminé tus ojos en el nido tibio

de una cama ajena.

Y fue bello sacudir las sábanas de la mañana

y recostar mi cabeza


en la almohada del deseo,

a pesar de las dulzuras fermentadas

y los puñales gélidos.



Nadie me dijo nunca que la nostalgia

era más poderosa que el amor.

Nadie me dijo que después de mil bocas,

de mil sueños,

de mil puertas,

los trenes y los barcos se entretienen

en el temblor de un beso recordado

y se olvidan del tiempo y de la espera.



Nadie me dijo que los pactos rotos

penden sobre la luna con la fría mueca de una espada,

y que al final de un viaje erróneo

no hay bocas, ni sueños, ni puertas,

sólo la costumbre torpe

de ir naciendo cada día

para morir cuando un ángel sin Dios

se incendia en el ruedo el  crepúsculo.






Arte: Natalie Shau

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