domingo, 18 de agosto de 2019

LAS BRUJAS DEL BARRIO



LAS BRUJAS DEL BARRIO



Pegadas a los vidrios sucios de sus ventanas 

espiaban nuestra infancia.

Eran manchas en los cristales,

manchas de ira y silencio,

aunque a veces soltaban algún ladrido

y nosotros temblábamos.

Las brujas del barrio

arrojaban pedradas de hielo

sobre el techo de nuestro paraíso 

de caramelos Sugus y revistas Anteojito.

El miedo tenía su olor inconfundible 

a ceniza, gato y sopa.

Si te portás mal te va a llevar la loca Ema.

Si te portás mal te va a llevar la muda.

Si te portás mal te va llevar la polaca.

Si te portás mal.



Todas las brujas del barrio eran mujeres solas.

No esperaban a un hombre con la comida caliente.

No llevaban chicos al colegio.

No organizaban reuniones para vender cosméticos Mary Kay

ni recipientes Tupperware.

Habían ignorado los mandatos atávicos    

que nuestras madres cumplían con celo.

Por eso eran malas.

Por eso nos habían enseñado a reírnos de ellas

y a desconfiar de sus voces y sus ventanas.



Hace cuarenta años

el barrio era una pequeña sucursal de Salem.

Las hogueras se encendían con prejuicios.

Y las brujas ardían.



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