“Mas ya lo sabes: todo fue mentira.
Y si sigues llorando, bueno, pues!
Otra vez ni he de verte cuando juegues.”
César Vallejo
Yo sabía
que las palabras eran sólo cadáveres,
osamentas marchitas con la médula rancia,
despojos bastardeados
por el eco infinito
de las repeticiones vacías.
Algo alteró mi percepción
y fue tu mano
acariciando la cabeza del cachorro apaleado.
Me tiraste tus palabras ociosas
como los restos
de un convite siniestro,
y yo me soñé invitada a la fiesta.
Creí que en verdad
habías atisbado el olor de mi llanto,
como en un fabuloso poema de Vallejo
y nunca me quedé en dulces pucheros.
Lloré sobre tus labios
y debajo de tu cuerpo
porque la mentira era la más nítida de las verdades
zanjando mis carencias.
La mentira mecía mi carne,
la mentira me pintaba la boca
con una sonrisa de éxtasis devenida en bramido.
La mentira fue tu piel rota debajo de mis uñas
y el beso que selló el pacto
para inmolar al cordero.
Deberías cortarte las manos
deshonradas por la sangre inocente.
Deberías clavarte en esos ojos
que no se atreven a mirarme
los minuteros eternos de todos los relojes
que marcaron
mi tiempo de espanto.
Nunca me salvaste.
Tu cuerpo no me absolvió
ni me indultó tu olvido.
Deberías atragantarte con cada una de tus palabras,
con su insoportable levedad
de criaturas lisiadas.
Y jamás atreverte a nombrar
a la que creyó,
a la que no te dio más que nueve o diez caricias,
y un cuerpo apaleado,
y, quizás, algún ladrido.
Arte: Erwin Blumenfeld
Muy fuerte, Raquel, pero necesario. Te felicito!
ResponderBorrarGracias! Un beso grande!
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