TROIS
POMMES PAR JOUR
Ella se columpia
en el desierto de los huesos.
Tres manzanas por día son la tiranía invisible
que la convierten
en una Blancanieves enfermiza
y la atan a un vómito de sombra,
a un arpa que desafina cuando canta
las redondez puntual de las caderas.
Tres manzanas por día son Pedro negando
la divinidad del cuerpo,
la sangre amputada entre las piernas,
el cadáver de una media sonrisa
manchándole la boca.
Ella se pierde
en el laberinto astillado de las uñas.
Se desvive en blanco como una vela agónica.
Es un bosque talado,
Una copa que respira éxodos.
Es un coágulo de cristal,
tan frágil,
tan a punto de deshacerse como el nudo de sudor
que ata el amor al cuerpo.
Le dicen que la belleza es eso:
tres manzanas por día
y el hambre constelando dientes
en el bastidor azul de las tripas.
Le dicen que la belleza es eso:
tres manzanas por día
y la muerte gritando piedra
libre,
jugando con su pelo
que se cae,
que se quiebra.
"Solo pude comer
tres manzanas al
día durante 8 meses".
Con esa frase Victoire Macon Dauxerre, modelo francesa de 23 años, resumió las presiones y exigencias que tuvo
que atravesar para encajar en el mundo de la alta moda. Llegó a pesar 47 kilos
midiendo 1,78 y vivía casi en ayuno buscando
conservar el peso exigido para participar de los desfiles más importantes. Victoire publicó el libro "Jamás demasiado flaca. Diario de una
top model" donde contó
que en sus peores épocas "tenía el
pulso extremadamente débil, perdía pelo, tenía osteoporosis y no tenía ni
la regla". Paradójicamente, cuando menos saludable se encontraba, más
trabajo tenía.
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