YO
TUVE LA CULPA
En
memoria de Marina Menegazzo y María José Coni, asesinadas el entre el 22 y el
23 de febrero de 2016 en Montañita, Ecuador, cuando disfrutaban de sus
vacaciones
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
Yo
usaba la pollera demasiado corta,
las
uñas demasiado
largas,
los
ojos demasiado abiertos para abrazar
amaneceres/perros/mariposas
y demasiado cerrados para advertir
el
gesto cruel del verdugo.
Yo
caminaba sola por la playa,
me
comía el mar,
me
comía la espuma,
era una
sirena ondulante de mochila rosa.
Yo iba
a bailar con un short demasiado
provocador,
un
corte de pelo demasiado llamativo
y ese mechón
subversivo y rubio
cayéndome
sobre la frente.
Yo
besaba a mis amigos en los labios, a veces.
Yo tomaba
algo con mis amigos, a veces.
Yo
tenía amigos.
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
Yo andaba y desandaba los pasos de la noche,
me
hamacaba en las pestañas de la luna,
tenía
un novio, o dos,
y me dejaba amar
porque
yo también amaba.
Yo
usaba los jeans demasiado ajustados,
los
tacos demasiado altos,
la boca
demasiado abierta para besar/cantar/reír
y demasiado ajena al grito.
¿Por
qué iba a gritar si yo tenía 15, 17, 20 años?
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
Yo era demasiado joven,
demasiado linda,
demasiado
alegre.
Estaba demasiado viva.
Yo era demasiado.
Tenía
un violín en la sangre,
un
pájaro en la garganta,
un
jardín brotado en los párpados.
Y el
aire florecía cuando me tocaba el sueño.
Yo
tenía la ilusión de ser velero, poema, camino,
guardapolvo
a cuadros, guardapolvo blanco,
sutura
en la llaga de los hospitales.
.
La ilusión de pintar en mi aldea
todas
las aldeas del mundo.
Yo
escribía las memorias de mi útero
en un
diario impalpable,
escuchaba
absorta sus cantos tribales,
sus
pulsaciones de animal dorado.
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
Yo
tuve la culpa de la bala que me quebró la espalda,
del
golpe que me partió la cabeza,
de la
puñalada que me desmembró el camino de la sangre.
Yo
tuve la culpa de los pulmones rotos,
del
sexo profanado,
del caos del ombligo,
del
descalabro de las piernas.
Yo
tuve la culpa de la bolsa negra
que
vistió mi desnudez apagada,
de la
logia de moscas custodiando
mi
pudrición y mis úlceras,
de la
mirada viuda respirando
arena,
tierra, basura.
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
Yo
bailé sobre una mesa como una gitana impúdica,
me fui
a la cama con un hombre que apenas conocía,
me
quedé con un golpeador porque me gustaba,
me aventuré
en las aguas del peligro,
le fui
infiel a mi marido, a mi patrón, a mi Dios,
no
repasé las cuentas de un rosario de penitencia.
Yo
serví mi cuerpo
en la
bandeja cotidiana del prejuicio.
Yo
tuve la culpa.
Claro
que yo tuve la culpa.
¿Cómo
no voy a tener la culpa
si
yo soy mujer?
Marina Menegazzo y María José Coni desaparecieron en la localidad de
Montañita, Ecuador, donde vacacionaban, el 22 de febrero de 2016. Sus cuerpos
aparecieron envueltos en bolsas de plástico el 25 y el 27
del mismo mes. Las
jóvenes mendocinas fueron golpeadas,
violadas y atacadas a cuchillazos. Alberto
Segundo Mina Ponce y Aurelio Eduardo “El Rojo” Rodríguez fueron declarados
culpables por el doble crimen y condenados a de 40 años de prisión. Marina tenía 21 años y María José, 22.
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