INSTRUCCIONES
PARA ESCRIBIR UN POEMA ACEPTABLE
Para
escribir un poema aceptable
(un
poema que no amenace,
que no subvierta,
que no
se quede con la última palabra)
es
necesario obviar ciertos temas.
Nada de
visitas al ginecólogo.
Ningún
doctor malhumorado diciéndote
“Desvístase
de la cintura para abajo” mientras vos,
con una
media sonrisa feroz,
te
preguntás por qué no naciste varón cómo quería tu viejo
(hubieras
tenido el mecano que siempre añoraste,
hubieras
jugado en las inferiores de Boca,
hubieras
zafado de planchar camisas).
Tampoco
incursiones impotentes en santerías,
iglesias
sospechadas,
o consultorios
de tarotistas y brujas.
Ninguna
señora más viva que vos convenciéndote
para
que prendas velas como una desquiciada
mientras
revolea los ojos y asegura
“Éste
hombre no vuelve porque hay trabas, querida”.
(Y
claro que el tipo no vuelve más,
mirá si
San Marcos se va a ocupar de que
nadie detenga a ese delincuente,
si ya
lo detuvo una gata con botas
con un
culo mucho más lindo que el tuyo).
Prohibido
usar diminutivos.
Los muertos duelen menos que los muertitos.
Los muertos son de todos y de nadie.
Los muertitos son nuestros hijos,
nuestros
hermanos,
nuestros
amigos de la infancia.
Prohibido
confesar que a veces no tenés ganas,
que no
vivís en un estado de portaligas permanente,
que a
veces te ponés una bombacha de elásticos exhaustos
igualita
a ésas que repudiaba tu abuela
(¿Cómo
vas a salir a la calle así?
¿Y si
te pisa un auto?
¿Y si
te pisa un tren?
¿Y si
tenés un destino marca ACME y se te
cae un piano en la cabeza?
¡Y vos
con esa bombacha!).
Prohibido
hablar del cáncer,
del
puto Valcote y el pelo que perdiste,
de tu
cara apretada contra el cemento
mientras
un monstruo al que nadie invitó al banquete
come de
tu cuerpo.
Para
escribir un poema aceptable
(un
poema que no incomode,
que no
aturda,
que no
le muerda la mano a nadie)
tenés
que hablar de palabras azules,
labios
encendidos, ojos que se buscan,
cuerpos
que se encuentran,
muslos,
muslos y más muslos
y cada
tanto un gemido que te parta las horas/la vida/el cabeza.
Pero
qué querés que te diga.
A mí muy bien no se me da.
Se me
daba mejor a los quince.
A los
cuarenta y seis tengo más ganas de llorar
que de
jurar amor eterno
(sexo
eterno).
Me
echaron a perder los ginecólogos
y los
hombres que no vuelven
(o vuelven y se mueren,
vuelven
y sentencian que los platos están mal lavados,
vuelven
pero no,
porque
no, porque no, porque no).
(Entiéndase
por poema aceptable aquel lo
suficientemente inocuo
como
para que los chicos de Facebook
comenten “¡Nice!”
cuando
una lo publica).
Arte: "Reading ("Wii")", Vladimir Fedotko
Poema publicado en el e-book Raquel Fernández - Selección de Poemas , Biblioteca de las Grandes Naciones
pues yo he escrito de todo lo prohibitivo que dices, incluyendo la marca Acme jajaja
ResponderBorraruno que viene de vuelta, que está soltando lastre
que no se compra el discurso winner
que escribe lo que a la pluma se le para
como los nativos con esa cosmovisión chamánica
ya todo lo da por leído , visto y vomitado
escribir es darle aliento al viento
besos y feliz jornada Raquel
Elisa, resulta que yo no soy genial, pero se celebran tanto las estupideces, las obviedades y las cursilerías que a veces me asalta una justa indignación, jajajjajaja. Te abrazo fuerte, fuerte, hermosa amiga, POETA.
BorrarRasguña la ironía con que se viste esa verdad que queremos ocultar. Genial, Raquel!
ResponderBorrarMARITA RAGOZZA
Gracias, Marita! Abrazo!
BorrarDemos aliento a nuestros pensamientos dejando que vuelen en pos de un paraíso inasistente donde solo tiene razón el último que llega...
ResponderBorrarUn abrazo
Abrazo!
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