FLORES
DE SAPO
A
Daniel
¿Te
acordás cómo eran?
Blancas.
Con forma de estrella.
Crecían
en los terrenos baldíos
y en el
luto de los jardines descuidados.
Una
prueba irrebatible de verano.
Flores
de sapo.
Entonces
la vida sucedía
en la
infinitud de enero,
en su
garganta de pasto y mariposas,
en sus
mentiras azules:
vos y
yo girando con los ojos cerrados
para
marearnos y gritar “¡Se cae el mundo, se
cae, se cae!”
y ese
sol que nunca volvió a ser el mismo
desde
que la sangre me visitó en sueños.
Eran blancas,
sí,
con
forma de estrella.
No
demasiado grandes
pero
mucho más grandes que los infames bichos
colorados.
A las
otras chicas les daban miedo
(si hay
una flor de sapo hay un sapo cerca,
seguro, seguro).
A mí me
gustaban.
Entonces
la vida tenía el asombro
de las
cosas que todavía no empiezan,
faltaban
muchos años para que yo me cruzara
con el
primer hombre que juré irreemplazable
y
reemplacé con feroz alegría,
y
muchos más todavía para que me dejaras
sola,
deshermanada,
enterada
de que no hace falta marearse para notar que el mundo
(este
mundo que es tan grande sin vos)
se viene cayendo desde hace rato.
Arte: Marla Rutherford
2º Premio Poesía Concurso Literario Rotary Club de City Bell, City Bell, Bs. As. (2014)
Lo incipiente de las cosas vitales no impiden que comience una buena poesía. Como lo es esta.
ResponderBorrarGracias! Un abrazo!
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