PAÍS DE OCTUBRE
A Ray Bradbury
“Miró únicamente el desierto vacío y las brillantísimas estrellas que aparecían ahora en el cielo negro, y a lo lejos se oyó el ruido creciente del viento y de las aguas frías que se agitaban en los largos canales. Cerró los ojos, estremeciéndose.
-Sí -dijo-, mañana me sentiré mejor.”
Ray Bradbury
Ayer fue mañana.
Marte, una bola roja
reventando la sangre
-Fobos y Deimos
no caminaban
la faringe como piedras,
eran celadores quietos,
otras lunas para arañar
porque una no alcanzaba-.
Ayer fueron los niños
que supiste o que improvisaste.
La feria de tinieblas.
Las vueltas.
Vuelta atrás y la dulce ignorancia
de no haber sido nunca.
Vuelta adelante y un puñado de huesos.
Lo poco.
Nadie se salva de esas vueltas,
tus vueltas,
las nuestras.
El País de Octubre.
Mucho después de medianoche
y medianoche para siempre.
Ayer fue trato o truco.
Muertos pobres
sin costearse la tierra.
Y ese cementerio para lunáticos
donde enterré algunas de mis cosas.
Y desenterré otras.
Había que vivir.
Y esas cosas vivían.
Ayer fue Poe incinerado.
Nada tan subversivo
como la muerte escrita.
Nada tan sedicioso
como los mendigos irlandeses
que se caen de los puentes.
Nada tan feroz como extender la mano
y que el otro no sepa.
El País de Octubre.
Mucho después de medianoche
y medianoche para siempre.
Hoy sos vos.
El de las sombras verdes que acaricio
cuando la vuelta es para atrás.
Pero no tanto.
El que me dijo que más allá de la niñez
para siempre es otoño
Que la melancolía se detiene con carne
y no sucede
una dicotomía entre Dios y la Ciencia
Todo es cuestión de encastrar correctamente
las piezas de la vida.
Después de todo,
para eso se inventó la poesía.
Hoy sos vos.
Diciéndome algo que supiste
por mago o por anciano:
la muerte es un asunto solitario.
Siempre.
Aunque haya alguien sosteniendo la boca.
Es un consuelo, Ray.
Es un consuelo enorme.
Es una paz tan suave
como tu País de Octubre.
Gracias.
A Ray Bradbury
“Miró únicamente el desierto vacío y las brillantísimas estrellas que aparecían ahora en el cielo negro, y a lo lejos se oyó el ruido creciente del viento y de las aguas frías que se agitaban en los largos canales. Cerró los ojos, estremeciéndose.
-Sí -dijo-, mañana me sentiré mejor.”
Ray Bradbury
Ayer fue mañana.
Marte, una bola roja
reventando la sangre
-Fobos y Deimos
no caminaban
la faringe como piedras,
eran celadores quietos,
otras lunas para arañar
porque una no alcanzaba-.
Ayer fueron los niños
que supiste o que improvisaste.
La feria de tinieblas.
Las vueltas.
Vuelta atrás y la dulce ignorancia
de no haber sido nunca.
Vuelta adelante y un puñado de huesos.
Lo poco.
Nadie se salva de esas vueltas,
tus vueltas,
las nuestras.
El País de Octubre.
Mucho después de medianoche
y medianoche para siempre.
Ayer fue trato o truco.
Muertos pobres
sin costearse la tierra.
Y ese cementerio para lunáticos
donde enterré algunas de mis cosas.
Y desenterré otras.
Había que vivir.
Y esas cosas vivían.
Ayer fue Poe incinerado.
Nada tan subversivo
como la muerte escrita.
Nada tan sedicioso
como los mendigos irlandeses
que se caen de los puentes.
Nada tan feroz como extender la mano
y que el otro no sepa.
El País de Octubre.
Mucho después de medianoche
y medianoche para siempre.
Hoy sos vos.
El de las sombras verdes que acaricio
cuando la vuelta es para atrás.
Pero no tanto.
El que me dijo que más allá de la niñez
para siempre es otoño
Que la melancolía se detiene con carne
y no sucede
una dicotomía entre Dios y la Ciencia
Todo es cuestión de encastrar correctamente
las piezas de la vida.
Después de todo,
para eso se inventó la poesía.
Hoy sos vos.
Diciéndome algo que supiste
por mago o por anciano:
la muerte es un asunto solitario.
Siempre.
Aunque haya alguien sosteniendo la boca.
Es un consuelo, Ray.
Es un consuelo enorme.
Es una paz tan suave
como tu País de Octubre.
Gracias.
Arte: "From The Dust Returned", John Randall York
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