BARRIO CHINO
I
El Barrio Chino me
asalta
con sus glosas de
músicas lejanas
y sus ecos de susurros
foráneos.
Huésped de los farolitos
de papel naranja,
que agitan su levedad de
avecillas sabias
sobre mis párpados
quietos,
me someto al devaluado
ritual de la alegría.
Militante del poema y
del ímpetu,
me resisto a dejar
escapar la magia.
Él me sonríe.
(YU, el entusiasmo).
¿Sabrá este hombre
exóticamente bello
cómo reacomodarme en el
pecho
el corazón de cabra
alocada
para que el agua y el
aire fluyan libremente,
en un FENG SHUI sanador,
reparador, definitivo?
II
No sé si sonó un gong
cuando el prodigio se
deshizo en hexagramas
(HSIAO KHU, la
fuerza de lo pequeño)
e instalé mi diminuto
pie de geisha
en su dominio de
estrellas y dragones.
Él sigue sonriendo,
y me dice que las
geishas son japonesas
y no chinas,
pero no importa:
me gusta empolvarme la
cara
y ser blanca como la
luna,
descorrer cada noche
la espesa cortina del
bosque de bambúes
y tañer un laúd que se
abraza
al infinito misterio de
mi nombre.
III
Los capullos del
duraznero
llueven dentro de mi
boca
cuando cruzo, aligerada,
el linde de los sueños
(KWEI MEI, la
doncella).
Comprendo que es la hora
de soltarme otra vez el
pelo,
ventilar mis zonas
erógenas
y ver qué pasa más allá
de su mirada oblicua
y su sonrisa
desencadenada.
(Límite del calor.
Todo hierve debajo de su
lúbrico cerezo.
Rocío blanco).
IV
Mi cuerpo era el cielo,
inmenso, celeste,
un cuerpo donde las
constelaciones
ardían en una hoguera de
piel y sombra
(KUAI, el
desbordamiento).
Mi cuerpo era un
desgarro:
el surco del amor
sangraba
semillas laceradas.
Mi cuerpo era un erial
hasta que él aprendió a
llamarme
y pude resarcir el
llanto de la carne
con ideogramas
trasuntados
en piedras de
colores.
Tengo una nueva cicatriz
ahora:
un arco iris que
desciende
desde mi ombligo
sorprendido
hasta la húmeda caverna
de mi sexo.
Y un nuevo nombre:
Nüwa.
V
En mis sueños corro
detrás
de doce animales
emblemáticos
(TA CHUANG, el
poder de los grandes).
Doce animales que huyen,
pero se quedan,
hacen una ronda en torno
a mi talle
de bejuco gentil
y escalan hasta mi boca
asidos a las jarcias
montaraces
que tejo con mis
palabras.
El Dragón tiene la cara
del Emperador.
Él vuelve a sonreír
porque sabe que es el
Dragón y es el Emperador.
Y yo soy la tierra,
siempre ávida,
y nuestro amor es la
lluvia.
(Grano en espiga.
Todo bulle debajo de su
venéreo manzano.
Insectos
excitados).
VI
TAO.
Camino de equilibrio
entre mi filo y su abismo.
(KO, la
revolución).
Respiro su energía
ceñida
al desorden de mis horas
mal apuntaladas
y sé que los tiempos
nuevos están llegando
y las cosas lejanas se
quiebran.
Porcelanas que no
insisto en reparar.
Porcelanas muertas.
YIN
YANG,
todo es posible cuando
la sincronicidad de los cuerpos
se traduce al alma.
He aprendido a desandar
la noche
sin mutilarla.
Él último en irse,
por favor,
que apague la luna.
Del poemario "Once Upon A Time" (2014)