EXTRAÑAS
"Morir es un arte, como todo.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación...."
Yo lo hago excepcionalmente bien.
Tan bien, que parece un infierno.
Tan bien, que parece de veras.
Supongo que cabría hablar de vocación...."
Sylvia Plath
He muerto tantas veces
que ya conozco al dedillo el ritual
de detener mi corazón
y convertirme en un puñado de cenizas.
He muerto cada día,
como todas las cosas.
Sepulté a la niñita que gemía
en el umbral de una orfandad culposa
-papá se fue porque no fuiste buena
y rompiste tu cuaderno nuevo,
y dijiste dos o tres mentiras,
y no le prestaste los juguetes a tu hermano-.
Sepulté a la adolescente ardida
que se buscaba sin pausa
en los ojos de todos los hombres que la habían amado,
y bailaba vestida de capricho
en un mundo amueblado con saliva,
con semen, con sudores.
Sepulté a la mujer que no sabía
que los besos son feroces escalpelos
que descuartizan los soles del verano
y el amor, una falacia agridulce,
un bostezo interminable que no alcanza
para quitarle los zapatos al insomnio.
Si las miro a las tres,
las veo ajenas.
Ajenas a este cuerpo que me habita,
ajenas a este llanto que me moja.
No reconozco sus voces ni sus sueños;
las he sepultado y he olvidado
sus caras y sus gestos.
No hay ninguna palabra que ellas puedan decir
que yo comprenda.
Son tres extrañas más
entre la multitud de mercaderes que estuvieron
de paso por mi vida
y se llevaron su libra de carne,
de sal y de vigilia,
y me dejaron exhausta y hambrienta
y casi tan desnuda
como esos arbolitos que no pueden
hacer frente a la bestia del otoño.
Arte: "Three women", Elise Ritter
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