domingo, 4 de febrero de 2024

CUANDO LEO A ANNE SEXTON

CUANDO LEO A ANNE SEXTON


“¿Soy una especie de infección?
¿Yo te hice volver loca?
¿Yo hice que los sonidos se pusieran rancios?”

Anne Sexton


Cuando leo a Anne Sexton entro

en un estado de gracia-desgracia,

en un feudo

de  dolor clarividente.

Soy un animal lamiéndose las llagas

(sus poemas, mis poemas),

arrastrándose hasta el armario

donde las muñecas

duermen su sueño de muerte

y la infancia abjura

de los olores feroces del sexo.



En el armario

los colores también están muertos.

El reproche de mother es blanco,

la lascivia de father es negra,

las muñecas son grises

(son cadáveres,

cenizas,

constelaciones de objetos hostiles).

En el armario las palabras son apenas

pedacitos de papel de diario

cortados con los dientes.

Lo único azul son sus ojos.

Los ojos de Anne.

Extrañados por encontrarme en su madriguera.

Animal impensado,

ni siquiera portador de buenas noticias,

ni siquiera ángel de exterminio.



Cuando leo a Anne Sexton

recuerdo, con ternura feroz,

esa muerte envuelta en pieles ajenas

(las pieles de mother,

la que no la quería;

las pieles que insistía en usar

aunque le quedaran algo chicas).

Entiendo esa muerte envuelta en pieles ajenas.

Me parece que yo también soy de ésas,

una bruja, una infeliz casada con la casa,

una amante con los muslos en llamas.

Me parece que no me avergonzaría de morir.



Eso es lo que provocan los estados de gracia-desgracia:

entender cosas que deberían asustarnos.








No hay comentarios.:

Publicar un comentario