CAÍN
Y ABEL
La
culpa la tuvo el ojo de Dios.
La
pupila caprichosa de Dios.
Arbitraria
amó y repudió.
Y los
celos vivieron eternamente
y
engendraron hijos e hijas.
La
culpa la tuvo el ojo de Dios.
La
pupila antojadiza de Dios.
Desde
su dictamen
no
hacemos más que calzarnos máscaras,
representar
papeles.
Pavonearnos
como
actorcitos de poca monta
en un
escenario de sangre obligada.
El
malo o el bueno.
Matar
o morir.
Renuncio.
Renuncio
a ser Caín
y a
ser Abel.
Renuncio
a tomar y ceder vida
en un
ciclo eterno
de
egos lastimados.
Renuncio
al ojo del Big Brother engordando
mi
condena a ser ganado.
Ahora
que sé que la culpa la tuvo el ojo de Dios
te
dejo ir.
Te
abrazo y te dejo ir.
No
hay puñales en el silencio que elijo
para
decirte
que
estoy fuera del juego.
Pero no
te afiles.
Jamás
voy a darte la espalda.
Arte: "Cain and Abel", Marc Chagall
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