Soy hija de
un padre muerto
y una madre
anciana.
Pero sé
que en
algún lugar
ellos
todavía fosforecen
en la
desnudez del abrazo.
En algún
lugar sigo naciendo.
Soy hija de
un padre muerto
y una madre
anciana.
Pero sé
que en
algún lugar
ellos
todavía fosforecen
en la
desnudez del abrazo.
En algún
lugar sigo naciendo.
Martes 28 de Septiempre de 2021
El homenaje “Huellas de la cultura” se llevó a cabo el pasado sábado 25 de septiembre en la esquina Alejandra Pizarnik, ubicada en Lambaré y Necochea, Quinta Galli, de Avellaneda.
Representantes de las Instituciones literarias (EDEA, REIA, SADE SUR, La Casa del Poeta) agradecen a Subsecretaria de promoción cultural Lic. Lorena Riesgo de la Provincia de Buenos Aires, y a las autoridades municipales entre ellos Guido Masso, por invitarlos a participar en el homenaje ofrecido en la esquina Alejandra Pizarnik.
Finalizadas las lecturas, se generó un momento de diálogo con autoridades provinciales, donde Patricia Clavijo junto a las instituciones, comentó a la Lic. Riesgo su idea de realizar un convenio con librerías para que en las mismas – de cada ciudad – haya un anaquel con obras de escritores oriundos, para que tengan la posibilidad de mostrar las producciones locales; y romper el paradigma de que nadie es profeta en su tierra.
La idea fue muy bienvenida por las autoridades. Fue una mañana de sábado teñida de poesía, camaradería y proyectos para seguir construyendo entre todos, las culturas, las particularidades y diversidades de cada lugar de nuestra provincia.
Recuerdo mi niñez:
un elefante de tela relleno con alpiste,
una muñeca negra,
un hombre muerto que escribió en mi frente
esa historia donde todos mis amores me abandonan.
Yo estallando como una pequeña flor
al calor del verano,
deseando,
antes de saber nombrarme el cuerpo.
El mar atado a la luna
y yo atada a vos,
obligada a levitar
en un inútil gesto de marea
para alcanzar tu boca.
EVITA Y EL CORTEJO FÚNEBRE
Los que acompañan el cortejo fúnebre de tu padre
(el cortejo incómodo,
el cortejo manchado por una prole
que nació como los yuyos,
al costado del camino)
te miran con horror
y algo de lástima:
la hija adulterina,
la hija sacrílega,
la bastardita.
Vos los mirás con las pupilas dulces
de una hija silvestre.
Demasiado chiquita para entender
lo que entendiste después:
todo lo que sube tiene que bajar.
Las miradas altivas también.
La noche es una mujer
que se desnuda en mis párpados
cuando cierro los ojos.
Una mujer negra,
con flores en la cabeza,
que se apaga como una lámpara
cuando el sueño
le camina la espalda.
Arte: Cor Lap
SOY BRIDGET CLEARY
Creo en las hadas, pero soy una mujer mortal,
dijo Bridget mientras la torturaban.
Pero no la escucharon:
una mujer mortal obedece a su marido,
baja los ojos,
acepta con naturalidad un insulto
o un golpe,
no gana su propio dinero,
no dispone de su propio dinero.
Una mujer mortal no usa medias negras,
no hace del cuerpo
un territorio ingobernable
donde nadie puede plantar bandera,
suplica, se arrodilla, se arrastra.
Soy Bridget Cleary,
repitió, atada a la cama,
ahogada en lágrimas y vómito,
mientras la hacían tragar a la fuerza
tónicos y brebajes.
Pero no la escucharon:
era claro que Bridget había sido suplantada
por un ser sobrenatural que no pedía permiso,
ni daba explicaciones,
ni mendigaba perdón por faltas imaginarias.
Una mujer mortal
(una esposa como Dios manda)
pare hijos como una coneja atolondrada,
sonríe y acata,
sonríe y cumple,
sonríe y se pudre por dentro
sin un gemido, sin una queja.
Y cuando el viento sopla por las noches
y arrasa con el verde y los gorriones,
se acurruca en su hombre
para ahuyentar al miedo.
Porque una mujer mortal teme.
Necesita que ese hombre le acaricie la cabeza
y le diga que la tormenta no tocará su casa.
Creo en las hadas, pero soy una mujer mortal,
dijo Bridget mientras su marido
la empapaba en aceite de lámpara
y acercaba un fósforo a su camisa blanca.
Mientras ardía
(mientras sus medias, por fin, imploraban perdón
y el fuego la revelaba como una hembra perecedera,
como un cúmulo de carne chamuscada)
Bridget supo la muerte y no supo
si su pecado había sido creer en las hadas,
ser mujer, ser mortal,
o no haber sabido
agachar la cabeza a tiempo.
Bridget Cleary fue una mujer irlandesa asesinada por su marido en 1895. Su esposo dio como motivo del crimen la creencia de que la mujer (inusualmente independiente para la época) había sido secuestrada por las hadas y reemplazada por un polimorfo. Bridget fue brutalmente torturada y prendida fuego mientras aún estaba viva o inmediatamente después de su muerte.
Un puñado de violetas mustias
obturaba mi laringe
cada vez que la súplica no,
el reproche no,
el grito no.
Pero cuando lo intentaba
(cuando intentaba pronunciar el dolor)
algo del perfume de las violetas
trascendía mi boca
envenenando el aire con su dulzura
Cada palabra no dicha
se convertía en el cadáver de una flor.
Triste milagro
guardar luto por el abecedario
y perfumar el silencio.