domingo, 19 de julio de 2020

CUMPLEAÑOS



CUMPLEAÑOS

A mi madre la incomodan los abrazos.
Nunca sabe muy bien qué hacer
cuando la asalta la ternura.
Ni qué decir.
Ni qué cara poner.
Durante mucho tiempo me pasó lo mismo.
Cualquier abrazo que no tuviera tintes románticos
me hacía sentir desencajada, inapropiada,
desprotegida.
Como si estuviera parada debajo de la lluvia sin paraguas.
Como si estuviera desnudándome
y alguien me espiara por el ojo de la cerradura.

De mi madre aprendí todo.
Aprendí los pequeños gestos de amor
que tantas veces pasan desapercibidos.
Los pequeños milagros:
el poroto, el papel secante,
el algodón, el agua, la vida;
el abc para descifrar
lo que decían los carteles de la ruta.
El manejar la cocina como si fuera un minúsculo reino,
una suave tiranía
(durante años creí que no me gustaban las lentejas
y, en realidad, no le gustaban a ella).
Aprendí los miedos. Las arbitrariedades.
Los puñales de miel.
Lo que decidí acoger en mí y lo que tuve que desaprender
para ser más justa o más feliz.
(Desaprendí el terror a los abrazos,
pueden abrir la puerta y verme desnuda,
esta soy yo,
soy frágil, me quiebro,
los necesito).
Aprendí el perdón.
No se puede perdonar a nadie
(no nos podemos perdonar)
sin perdonar antes a nuestra madre.

Hoy mi madre cumple años.
No voy a poder abrazarla.
La celebro a la distancia.
A la distancia, brindo por su vida.
 De mi madre aprendí, también,
a cuidar a la gente que quiero.


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