jueves, 30 de julio de 2020

ÚLTIMO DESEO



ÚLTIMO DESEO

Cuando era joven
y pensaba en las cosas que deseaba hacer
antes de morir
pensaba en grandes cosas.
O, por lo menos,
estaba convencida de que pensaba en grandes cosas.
Liverpool, París,
ser hermosa en la mirada de los otros,
brillar en la palabra.
Hacer de mi cuerpo el cuerpo del poema
y bla, bla, bla.
Hacer algo trascendente.

La vida fue tachando cada deseo
con la naturalidad con la que se tachan,
uno a uno,
los productos de la lista del mercado.
Al final, Liverpool no era más que un paquete de harina.
París, una lata de atún que no esté abollada.
Ser hermosa, brillar, trascender,
algo tan trivial como una bolsa de piedritas para los gatos.

Pero hay un deseo
(un último y fabuloso deseo)
que todavía me toca los ojos cada noche
antes de arrojarlos a la fuente del sueño
como si fueran moneditas de cansancio.
Una pequeña zanahoria de luz
delante de esta burra que hizo de su cuerpo
algo más
(algo menos)
que un puñado de palabras imprescindibles:
ver a los osos en el bosque.
Ver danzar a los osos en el bosque.




Arte: "Bear family", Erik Mandre

lunes, 27 de julio de 2020

"EN LA SAGRADA HOGUERA" DE ANA MARÍA ODDO / CONTRATAPA


"EN LA SAGRADA HOGUERA" DE ANA MARÍA ODDO / CONTRATAPA

La palabra poética, que nace del fuego y es el fuego, alcanza en la hoguera sagrada que Ana María Oddo nos ofrece, la altura de los pájaros y su dulce migración entre lo evocado y lo percibido. En esta hoguera, la voz de Ana María y las voces de los poetas que la nutren y la fortalecen, arden sin consumirse. Y nosotros, los lectores, los escogidos, temblamos frente a esa incandescencia que nos propone el redescubrimiento del poema como una grieta de luz que atraviesa la memoria emotiva de la autora, pero también la de toda una generación que se hizo las mismas preguntas, amó las mismas canciones, jugó en el patio de un mundo caótico, y a veces oscuro, con la misma ingenuidad. Ingenuidad que Ana María Oddo conserva, porque es poeta, enteramente poeta, y es privilegio de los poetas atesorar una mirada limpia, a pesar del transcurrir de los años y las penas.
“En la sagrada hoguera” es un poemario donde Ana María Oddo restaña heridas y evoca, concibe y celebra al mundo más allá del mundo mutilado, haciéndonos partícipes de una delicada danza de fuego y palabras. Y en esa danza se queda, sacerdotisa del verso, aún después de concluida la lectura de su magnífico libro. Se queda en nosotros y para nosotros, porque es amor y es palabra.

Raquel G. Fernández

viernes, 24 de julio de 2020

"LA PALABRA QUE SANA" EN "A CIERTA HORA"


"La palabra que sana" Café literario en "A Cierta Hora", martes 28 de julio a las 18 horas. Podrás sintonizar el programa a través de Facebook, radio, Youtube. Auspicia, Ruinas Circulares Bence Castilla.

Facebook: A cierta hora

UNA MUJER QUE SE REHACE / A WOMAN WHO REINVENTS HERSELF


UNA MUJER QUE SE REHACE
A Andrea



Una mujer que se rehace
es diez mujeres,
cien mujeres,
mil mujeres.



Una mujer que se rehace,
a mano,
a sangre,
a llanto,
que no devuelve el golpe,
que se cuida de no tropezar con los domingos,
que abre las puertas para ir a jugar
(para ir a vivir)
a sabiendas de que el lobo está afuera.



Una mujer que es extranjera en cualquier sitio
pero señala su mesa,
señala su mantel,
señala su casa,
acomoda sus pájaros en los ojos de todos
como si fuera la dueña del mundo,
acomoda sus gestos  a la sombras
para entrever
lo que queda del día
(un  rabo de luz,
un abecedario de sol que casi llega a la zeta
pero no llega).
Una mujer que repleta su cuerpo
de llamas y lirios vivos,
que se cose y  se borda,
que se teje
con ilusión de araña,
que  se enredó en los pasos de la muerte
pero aún vierte su asombro
en la belleza de una muchacha rubia. 



Una mujer que se rehace
es diez mujeres,
cien mujeres,
mil mujeres.
  
Muy juntas todas,
tomadas de las manos.
Casi amazonas,
casi cazadoras de cielo.
Insoslayables
como una fortaleza de estrellas. 

A WOMAN WHO REINVENTS HERSELF
To Andrea

A woman who reinvents herself
is ten women,
a hundred women,
a thousand women.

A woman who reinvents herself,
by hand,
by blood,
by tears,
who does not hit back,
who is careful not to trip over Sundays,
who opens the doors to go out and play
(to go out and live)
knowing that the wolf is outside.

A woman who is a foreigner everywhere
but points to her table,
to her tablecloth,
to her house,
entrusts her birds to everyone’s eyes
as if she owned the world,
adjusts to the shadows
to glimpse
what is left of the day
(a glimmer of light,
the sun’s alphabet almost at Z
but not quite)
A woman who fills her body
with flames and live lilies,
who stitches and embroiders herself,
who knits herself
fancying herself a spider,
who became tangled in death’s path
but can still be awed
by a young blond’s beauty.

A woman who reinvents herself
is ten women,
a hundred women,
a thousand woman.

All together,
holding hands.
Almost Amazons,
almost skyhuntresses
Inescapable
like a fortress of stars.


Traducción: Elena Barcia

martes, 21 de julio de 2020

BEATLES FOR SALE



BEATLES FOR SALE
A Adriana
 From me to you

El recuerdo es una araña incansable
que teje postigos de luz
y los multiplica.
En ese entramado radiante,
estamos vos y yo
abriendo puertas.
La puerta que elegimos hoy
da al verano en tu casa.
Da a “Beatles for sale”  y a la inocencia intacta
calzándose las azucenas de carnaval de tu mamá
como si fueran zapatitos de cristal rosado
(tu mamá, que me toca el pelo,
da vueltas de calesita en mis rulos
con sus dedos de fiesta,
mientras tu melena lacia llueve claridad
en la vieja pileta del patio).

Cuando tenés catorce años
el verano
es un animal manso que come de tu mano.
Ni siquiera se te ocurre pensar
que ese animal puede morderte.
Ni siquiera se te ocurre imaginar
que ese animal va a envejecer, como vos,
y que el almanaque va a dolerle de nostalgia.

Cuando tenés catorce años suena “Beatles for sale”
y no se te ocurre detener el tarareo para decir “Soy feliz”.
Porque no sabés que sos feliz.
Porque recién lo vas a saber treinta años después,
cuando recuerdes
(la felicidad, querida, es un estado que se recuerda,
no algo que sucede en tiempo real;
la felicidad son el patio, las azucenas,
y la voz de John,
no reply,
no reply;
es el verano del ‘81
remasterizado en la memoria).

Todo eso que nos pasó
nos pasa.
Todo eso que tuvimos
lo tenemos.
“Beatles for sale”.
Ahí están las manos de tu mamá en mi pelo,
¿las ves?
Ahí están las azucenas.
Que nada te quite la alegría del recuerdo.
Porque aunque nunca te llame, estoy ahí.
Estoy con vos
(rock and roll music
any old way you choose it).
Estoy pensando en el patio de tu casa.



lunes, 20 de julio de 2020

NUESTROS DESAYUNOS



NUESTROS DESAYUNOS
A Rosana


Extraño nuestros desayunos.
Extraño empezar mi día revoleándote la llave
para no tener que salir a abrir la puerta
despeinada y en pijama
(no sea cosa que me agarre el Google Maps
y quede escrachada para toda la cosecha).
Extraño que batas el café
mientras yo escribo
y hablemos de trivialidades:
¿Megan o Kate?
¿Botas Chelsea o media caña?
¿Hugh Jackman o Jason Momoa?
Extraño, también, esas otras charlas,
las que tenemos cuando vos servís el café
y yo dejo de escribir,
y las princesas, las botas y los hombres se desvanecen,
porque la vida real nos suelta la lengua
y nuestras voces atolondradas
tropiezan con la vajilla,
la mermelada, las facturas de ayer.
Esas charlas deshacen
la madeja de soledad, frustración y tristeza
que ovillamos durante toda la semana.
Y tejen una manta de palabras
que nos consuela y nos fortalece.

Extraño nuestros desayunos.
Esos en los que yo me quejo de la maternidad
y juro que si hubiera sabido
criaba gatos desde el principio.
Esos en los que vos hablás de aquella vida pasada,
cuando nos conocimos,
hace cien años,
hace trescientos,
y vestíamos de época
con trajes llenos de volados que planchaban otras.
Esos que tu hija compara
con las meriendas delirantes en el País de las Maravillas
(porque son locos, sí,
y un poco mágicos,
y siempre celebramos la coincidencia
de no cumplir años el mismo día).
Esos que reafirman mi convicción de que la amistad
es muchísimo más rara que el amor,
muchísimo más difícil.
Exige cierta nobleza
de la que el amor puede prescindir.
Una sinceridad más honda.

Extraño nuestros desayunos.
Extraño ese mantel que es
nuestra capa común de superheroínas.
Extraño volar con vos
sobre las cucharitas y las tazas
y fantasear con no aterrizar nunca.
Extraño decirte que te quiero.
Pero no por mensaje o por teléfono.
Decírtelo mientras vos batís el café
y yo escribo.
Y nos ponemos de acuerdo con las princesas y las botas.
Con los hombres, nunca.