lunes, 10 de febrero de 2020

LA DALIA NEGRA


 LA DALIA NEGRA

Un río de pelo negro te moja la frente,
agua contaminada,  
pescaditos podridos.
Tu cadáver es un manotazo blanco,
un guante aterido congelándose
en la sutura del invierno,
maniquí roto,
mujer rota,
mujer de ojos azules y sucios
como los de una muñeca,   
ojos de vidrio,
caleidoscopios secos.

Una lamparita desnuda
y un zapato con barro en el taco,
tanto fastidio.
Mesas servidas con desaliento,
ningún aplauso.
No hay mucho más para contar:
lo de la flor es mentira.

Mirá,
mirá tu muerte transformada
en un sándwich de huevo y atún,
en una hamburguesa con kétchup.
Mirá cómo se la comen,
cómo se engrasan los dedos
y eructan tu constelación de amantes.
Mirá cómo te escriben,
 como se comen tu muerte
envuelta en papel de diario:
vamos a convertirla en una puta,
vamos a ajustarle la pollera,
desabrochale dos botones más a su blusa,
que sean muchos los que les tocaron las tetas,
desabrochale otro botón.

Tu cadáver es  un manzana partida en dos,
los que comen sándwiches y escriben son los gusanos,
reptan tu  sonrisa de Glasgow con alegría.
A veces pienso que me parezco a ellos
pero a mí me gustaba tu boca.
Cierro los ojos para no ver tus piernas abiertas,
los pescaditos podridos enredados en tu pelo,
los flashes masturbándose.

Viste que matan mujeres desde siempre.
Yo pienso morirme en mi casa,
tengo barro en el taco del zapato ,
ya sé,
pero nunca serví hamburguesas,
ni papas fritas,
ni  milkshakes,
y nadie va a colgarme del espanto
el nombre de una flor,
nadie va a desabrochar mis botones.

Yo pienso morirme en mi casa.

Nunca fui tan linda.


Arte: "Elizabeth Short", Alejandro Mogollo
De "Enaguas de encaje rotas", Editorial Ruinas Circulares (2019)

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