LA VENTANA
Las dos nos preguntábamos lo mismo:
cuántas veces te habrás asomado a esa ventana.
Ella, con la memoria húmeda de partos.
Yo, con las rodillas raspadas en un gesto de infancia.
La ventana, aturdida de cielo,
era un ojo místico para verte vivo.
Te tragabas el sol
de sangre entera
y te derretías,
lobo de escarcha,
para caer en su regazo apesebrado
desnudo y niño.
Yo contaba las manzanas que faltaban
para volver a la escuela.
La oruga del verano
se soltaba la piel
y el otoño
empezaba a ser
una mariposa que dolía.
Las dos nos preguntábamos lo mismo:
cuántas veces te habrás asomado a esa ventana.
Ella te acunaba en sus párpados
que se iban atrás en el recuerdo.
Yo jugaba con los gatitos
y me mordía los ojos
para que ella
-mamá-
no me viera llorar.
Arte: Simon Quadrat
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