LOS ZAPATOS DE JUDY GARLAND
Toto, me parece que ya no estamos en Kansas.
Estamos en un lugar donde soy un piano a la deriva,
una flauta con los huesos apolillados.
Tengo los ojos hinchados,
el maquillaje corrido.
los sesos esparcidos por las paredes.
Mis hombres están quietos
como conejos muertos.
Mis hijos son crisantemos
que se marchitan cuando los miro.
Una lluvia de whisky y vidrios
me moja los pies.
Estoy descalza.
¿Dónde están mis zapatos?
Toto, de día soy la pequeña jorobada
a la que le tocaban las piernas.
De noche
salgo a cazar enanos borrachos
con una red de mariposas.
Nunca fui la más linda de la MGM.
Nunca fui Lana Turner.
Me corté el cuello con una navaja de afeitar
pero alguien tiró de mi vestido celeste
empapado de mocos y lágrimas
y me trajo de vuelta a la vida.
A este lugar.
Que no es Kansas, Toto.
Es un túnel sucio
donde las placas tectónicas del alma colisionan
y las venas se derrumban
como edificios picados de viruela.
Trato de recordar aquella canción
pero las pastillas son pajaritos mudos,
coágulos de silencio en la memoria.
En la garganta tengo un arcoíris seco,
un do re mi de púas en el corazón.
Estoy cansada.
Estoy descalza.
Toto, me parece que ya son demasiadas pastillas.
Peno no sé.
¿Dónde están mis zapatos rojos?
Quiero volver a casa.
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