Un río de pelo
negro te moja la frente,
agua contaminada,
pescaditos
podridos.
Tu cadáver es un
manotazo blanco,
un guante
aterido congelándose
en la sutura del
invierno,
maniquí roto,
mujer rota,
mujer de ojos
azules y sucios
como los de una
muñeca,
ojos de vidrio,
caleidoscopios
secos.
Una lamparita
desnuda
y un zapato con
barro en el taco,
tanto fastidio.
Mesas servidas
con desaliento,
ningún aplauso.
No hay mucho más
para contar:
lo de la flor es
mentira.
Mirá,
mirá tu muerte
transformada
en un sándwich
de huevo y atún,
en una
hamburguesa con kétchup.
Mirá cómo se la
comen,
cómo se engrasan
los dedos
y eructan tu
constelación de amantes.
Mirá cómo te
escriben,
como se
comen tu muerte
envuelta en
papel de diario:
vamos a
convertirla en una puta,
vamos a
ajustarle la pollera,
desabrochale
dos botones más a su blusa,
que sean
muchos los que les tocaron las tetas,
desabrochale
otro botón.
Tu cadáver
es un manzana partida en dos,
los que comen
sándwiches y escriben son los gusanos,
reptan tu sonrisa
de Glasgow con alegría.
A veces pienso
que me parezco a ellos
pero a mí me
gustaba tu boca.
Cierro los ojos
para no ver tus piernas abiertas,
los pescaditos
podridos enredados en tu pelo,
los flashes
masturbándose.
Viste que
matan mujeres desde siempre.
Yo pienso morirme
en mi casa,
tengo barro en
el taco del zapato ,
ya sé,
pero nunca serví
hamburguesas,
ni papas fritas,
ni milkshakes,
y nadie va a
colgarme del espanto
el nombre de una
flor,
nadie va a
desabrochar mis botones.
Yo pienso
morirme en mi casa.
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