martes, 18 de diciembre de 2018

UN VIEJO MARICÓN



UN VIEJO MARICÓN



Ramón Novarro fue,

en su juventud,

el álter ego de Rodolfo Valentino.

Había lavado muchos platos

y servido muchas mesas

antes de convertirse

en un Ben Hur latino y musculoso

corriendo insólitas carreras de cuadrigas

en las playas de Nueva Jersey.

Había pasado muchas noches rezando,

(Dios te salve, María)

antes de comprender

que el cuerpo no era un pecado.



En 1968 

poco quedaba de su antigua gloria.

Para la industria del cine, hipócrita y pacata,

era, apenas,

un viejo maricón que pagaba por amor.

Lo mataron a golpes

dos machitos feroces que justificaron la sangre

vendiéndose como chicos inocentes

acosados por un pervertido.



La prensa publicó que  Ramón había muerto

con un consolador art decó de grafito,

autografiado por el divino Rudy,

incrustado en la garganta.

Eran tiempos de brujas y cacerías:

un viejo maricón ameritaba

un final con escándalo.



Algo que les recordara a los lectores de la “TV Guide”

y a los devoradores de hamburguesas

que el que mal anda, mal acaba,

siempre.




Arte: "Ramon Navarro, Silent Movie Star", John Springfield 

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