MARIPOSAS DEL DESIERTO
"¿Quién te creés que sos, Clark Gable?",
le preguntó ella,
risueña,
cuando él le propuso pasar la noche
juntos.
e instaló a la sombra de su bigote de
gentleman
su paraíso de piernas eternas.
Carole guardó su melena rubia
amorosamente doblada
entre la pulcritud de las camisas
del hombre que deseaban todas.
Acomodó sus ojos azules en la proa del buque insignia
de los galanes de Hollywood.
Se casaron en Arizona,
sin lujos,
cuando el beso ya había afilado
cientos de veces
los relámpagos que les comían la piel,
fáciles de roer los dos
como huesos de espuma,
y sus caras señalaban la luna
inalcanzable de las amas de casa
en las portadas las revistas del
corazón.
Dos claveles rojos en la solapa del
novio
un ramo de lilas y rosas en las manos
de la novia,
una noche en el Oatman Hotel,
y los curiosos cazando gemidos
como si fueran mariposas del
desierto.
El 16
de enero de 1942
Carole
Lombard,
la
única rubia no supersticiosa de Hollywood,
se
subió a un Douglas DC-3,
a pesar de que una vidente le
había aconsejado
mantenerse alejada de los aviones.
La nave se estrelló en Table Rock Mountain,
un paraíso amputado,
un gentleman lloroso buscando una melena que ya no era
en el estante de las camisas.
Dieciocho años vivió Clark Gable sin Carole.
Dieciocho años volando a ras del
suelo
y ella, tan alto.
Me gusta pensar que la alcanzó en
la muerte
Me gusta creerle a los que dicen
que en las noches de Arizona
florecen los gemidos en una
habitación vacía del Oatman Hotel,
y los curiosos o los predestinados salen
a cazarlos
como si fueran
las mariposas más esbeltas del
desierto,
las únicas verdaderas.
las únicas verdaderas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario